Vocación, discernimiento y libertad en el llamado

Encuentro vocacional – Foto: IMC México

Dios creó al hombre y le dio la libertad para elegir, y así es con su llamado a una vocación. Dios nos llama, pero no nos obliga a responder su llamado. El llamado en este caso tiene dos opciones: decir “sí” o “no”.

Por Joseph Onyango *

En el Catecismo de la Iglesia Católica (n° 1730) dice: “Dios ha creado al hombre racional confiriéndole la dignidad de una persona dotada de la iniciativa y del dominio de sus actos. Quiso Dios dejar al hombre en manos de su propia decisión, de modo que busque a su Creador sin coacciones y, adhiriéndose a Él, llegue libremente a la plena y feliz perfección”.

Dios llama hoy

Decía nuestro fundador el Beato José Allamano, “Dios me llama hoy, no sé si Él me llamará mañana”. La vocación como un llamado de Dios implica un discernimiento para saber si en verdad es Dios que llama o es solamente una imaginación personal. Un ser humano puede escuchar varias voces; de varias personas y de varios lados. El proceso de discernimiento tiene por su propuesta ayudar al individuo a saber: quién me llama y para qué me llama; si puedo responder o no al llamado.

La vocación a la vida consagrada es un llamado de Dios; nuestro Creador, el Omnisciente, Aquel que nos conoce desde el vientre materno. Cuando Dios llama, es porque Él conoce al individuo, sus capacidades y limitaciones. Por tanto, Él elige a quien le conviene, sin embargo, respetando la libertad del individuo de aceptar su llamado o no.

Es común escuchar a un joven preguntando, “¿Cómo puedo saber que Dios me está llamando a la vida consagrada?” Esto es algo que solo el individuo puede saber, pues nadie puede hacer el discernimiento en el lugar del otro. Lo más esencial es mantener el contacto con Dios: Oración, actividades religiosas, meditaciones y dirección espiritual. Cuanto más tiempo pasamos con Dios, más escuchamos Su voz y propósitos para nosotros.

Discernimiento y respuesta
Profesión religiosa en el noviciado – Foto: Consolata Tanzania

Cuando Dios nos llama, Él espera nuestro sí, pues ya tiene una propuesta para nosotros. Esto no implica que el individuo es obligado a responder. La respuesta siempre debe ser libre y consciente. Los Evangelios nos presentan el diálogo entre la Virgen María y el Ángel Gabriel, un diálogo que podemos llamar “proceso vocacional”. En este momento, escuchamos de la Virgen (Lucas 1, 34), “¿Cómo puedo saber… si aún soy…? Al final de este diálogo, la Virgen María reconoce el llamado y responde con un sí. Cada vocacionado pasa por un proceso igual, un proceso sano y significativo. Lo más importante es tener la actitud semejante a la Virgen María de decir, “He aquí la esclava del Señor…hágase en mí según tu palabra”. La virgen como ser humano tenía la libertad de negar o aceptar el llamado de Dios, pero ella eligió decir sí, el sí que cambió la historia de la salvación.

El discernimiento de seguir a Cristo de forma radical como consagrado, debe antes ser programado dentro de un período de tiempo. Uno no puede escuchar la voz de Dios siempre y quedar toda la vida sin dar la respuesta, pues Dios te puede llamar hoy pero mañana puede haber algunos factores que te impiden decirle que sí, aunque quisieras. Capaz que uno dice, “ahora me siento listo para consagrarme como religioso, pero ya no tiene condiciones o factores para vivir la consagración.

La vocación entonces es igual a un padre de familia que llama a uno de sus hijos para algo específico; aunque el hijo escuchara, él tiene dos opciones: responder a su padre o quedar callado. Su padre insistirá por un momento, pero después puede ser ya tarde para realizar el mandato. El Padre te llama hoy, no sabes si Él te llamará mañana.

* P. Joseph Onyango, imc, es Animador Misionero y Vocacional, Delegación Norteamérica.

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