Después de 6 horas de espera debido al mal tiempo, el pequeño avión de cuatro pasajeros partió desde de Boa Vista hacia la Misión Catrimani (en línea recta más o menos 150 kilómetros), una zona en el interior del Estado de Roraima, en la Tierra indígena Yanomami que hace parte de esta gran Amazonía brasilera.
Por Juan Pablo De Los Ríos *
En esta región remando río arriba los misioneros italianos de la Consolata, padre Giovanni Calleri y padre Bindo Meldolesi fundaron en 1965 un Misión muy especial en las orillas del río Catrimani. Es allí donde misioneros y misioneras de la Consolata, hace cerca de 60 años vienen haciendo presencia entre los indígenas Yanomami acompañando algunas comunidades de este grupo étnico viviendo desde la sencillez y la cercanía el inevitable y desigual encuentro entre una cultura basada en experiencias y tradiciones centenarias. Es visible el contrate entre el vivir en armonía en un ambiente agreste y desafiante como lo es la selva amazónica, y una cultura occidentalizada basada en el consumo y el aprovechamiento de todo aquello que signifique beneficios y ganancias económicas.
Unos pocos días de visita, obviamente no son suficientes para entender toda la dinámica que los misioneros han venido desarrollando a lo largo de todos estos años en este territorio, pero sí da unos elementos que iluminan la opción de este equipo misionero de hacer una presencia en medio del pueblo Yanomami en la sencillez, casi silenciosa, y sin grandes pretensiones a nivel de éxitos pastorales (cuando éstos son entendidos como número de bautizados al año o en construcción de capillas y centros de culto, etc.).
A parte de estar en el territorio viviendo un diálogo de vida y prestando algunos servicios como en temas de salud o solucionar algunas de las necesidades básicas de cada día, se busca fortalecer sobre todo en los jóvenes y mujeres, con algunos encuentros de formación, en temas específicos que afectan la comunidad, y capacitarlos para preservar sus tradiciones y enfrentar los desafíos contemporáneos de la invasión de “garimpeiros” ilegales que causan la destrucción y contaminación de los ríos e del medio ambiente y amenazan la vida de las comunidades Yanomami. Esto, unido a las dificultades para prestar asistencia sanitaria lo que está generando una catastrófica crisis humanitaria.
Pero creo que el mayor beneficiado de este encuentro y dialogo de vida es el mismo equipo de misioneros y misioneras, y en sí todo el Instituto, porque ha permitido enriquecer nuestro carisma ad gentes en un diálogo de espiritualidades con un pueblo que, aunque no tengan la palabra “religión”, ni estructuras religiosas y litúrgicas en el sentido estricto de la palabra como las nuestras, sí tiene una cosmología que define al ser humano como alguien que lleva en sí un tesoro que es inmortal. El pueblo Yanomami cree que el Trascendente, el Artesano (Omama) que creo el mundo y todo lo que coexiste, es también el mentor de la existencia destinada a una vida digna e infinita.
Gracias al Equipo de la Misión Catrimani (P. Bob Mulega, P. Filbert Nkanga y Hno. Ayres Osmarin; Hna. Mary Agnes, Hna. Suzana Kihoo y Hna. Argentina Paulo) por la acogida y fraternidad vivida en estos días; también porque nos estimulan a seguir creyendo profundamente que nuestro carisma misionero y la espiritualidad de la consolación, heredados de nuestro Fundador, el Beato José Allamano, siguen siendo válidos y pertinentes para el mundo de hoy. Aquí se aprende a saber acoger el bien y reconocerlo en todos y en todo; pero también a identificar el mal a través del grito de los pueblos y de la “Casa Común” porque, como dice el Papa Francisco, “todo está interconectado”, al mundo visible y también al mundo invisible o espiritual.
* Padre Juan Pablo De Los Ríos, IMC, Consejero General para América.
