Un misionero de la Consolata mexicano, amuzgo y guadalupano

Padre Elmer Peláez Epitacio y Hermana Estela Luengas Padilla. Fotos: Archivio personal

Aporte de México a la misión del Instituto Misiones Consolata

“La situación actual del Instituto y del mundo nos invita a volver a nuestras raíces, a nuestro carisma. De allí, podremos recibir esa savia que realmente nutre y revitaliza el ser misionero, la  vida religiosa y la fraternidad, conduciéndonos a nuestra “manera de hacer misión”, hoy, en comunidades multiculturales”. (XIV CG 21)

Por Elmer Peláez Epitacio *

Querida familia Consolata, comparto mi experiencia en las dos semanas que estuve en México, como mexicano, como amuzgo (pueblo indígena) y como guadalupano. Ordinado sacerdote en 2021 estoy trabajando en la parroquia Maria Esperanza Nuestra en el barrio Milano de Turín, Italia donde tenemos también una Comunidad Apostólica Formativa (CAF) con cinco estudiantes de teología de diversos países. Los sacerdotes somos tres.

Una cena mexicana en la CAF de Turín, Italia.
Como mexicano

“Volver a las raíces”. Los primeros frutos de la Misión en México.

Considero que es lo que da vida a un árbol, si éste pierde sus raíces, se muere y se cae, ya que no se nutre para estar de pie y seguir dando sombra. Las ramas no serán fuertes para que las aves hagan sus nidos. Pienso que cada vez que se elige a un país hay misioneros que tienen una visión del lugar, como espacio de misión ad gentes. Los misioneros de la Consolata llegaron en México en 2008 se estableciendo en Tuxtla Gutiérrez en Chiapas y en San Antonio Juanacaxtle en Guadalajara.

Cuando estuve en México, fui invitado a participar de la Conferencia de la Delegación con los hermanos de Canadá, Estados Unidos y México – DCMS, (encuentro realizado los días 8 al 13 de abril), donde supe que el Instituto llegó en mi país para buscar vocaciones y recursos para la misión. Considero que este punto se ha alcanzado conmigo al ser el primer sacerdote mexicano de la Consolata. También tenemos, el padre Camacho Cruz Ansoni (misionero en Wamba, Kenia) y el estudiante de filosofía Neftalí presentado al padre Superior como postulante al Noviciado.

Padre Elmer con los participantes en la Conferencia de la DCMS, Santuario de Guadalupe

Esto significa que es importante regresar a la raíz del porqué llegamos a México y trabajar por las vocaciones. Como inquietud, la Conferencia pidió que hubiera un misionero dedicado a tiempo completo sobre la animación vocacional, pues sucede que a veces nos desviamos en otros trabajos pastorales.

Como amuzgo

Regresando a los orígenes, es importante la identidad de cada uno, porque cada uno lleva una riqueza cultural que hace que nuestra familia Consolata sea más abierta a la universalidad. La riqueza de ser amuzgo es un rostro que me ha ayudado a vivir mi vocación.

Aquí, en la CAF de Turín, Italia, en la parroquia Maria Esperanza Nuestra, todos nosotros hablamos más de tres lenguas, cada uno tiene su cultura, y juntos caminamos buscando qué aportar a la consolación del mundo. (Pronto tendremos una cena mexicana; les traje muchas cosas para que desde aquí, en Italia, puedan conocer las costumbres mexicanas). La Conferencia deja un desafío: seguir trabajando en unidad de intentos y crear lazos que formen un espíritu de familia como lo soñó el Beato José Allamano.

Ser amuzgo, y aprendiendo del padre Ezio Roatino Guadalupe, IMC, que en paz descansé, pude celebrar la misa en la lengua local, amuzgo, con una iglesia parroquial llenísima. Muchos tuvieron que quedarse afuera para escuchar la misa en su propia lengua. La experiencia fue muy significativa y el pueblo mostró su cariño. Pasé el link al padre Peter Ssekagugo, Superior de la Delegación Canadá, Estados Unidos y México quien, después, lo compartió en el grupo de misioneros.

Cena típica mexicana durante la Conferencia de la DCMS
Como Guadalupano

Como dice el canto a la Virgen de Guadalupe, ser mexicano y Guadalupano es algo especial.

Desde que fui ordenado sacerdote (13/02/2021) me di cuenta de que tengo dos Vírgenes, una mexicana y una italiana, la Guadalupe y la Consolata. Tener dos mujeres es una bendición, tener dos madres es mejor, tener dos maestras te hace caminar mejor.

Dos mujeres, una indígena (Guadalupe-Coatlaxopeuh) y una europea piamontesa (Consolata).

El Beato José Allamano nos transmitió su especial espiritualidad mariana, su amor a María, dejando claro que su obra es “de la Consolata” resumiendo brevemente la espiritualidad consolatina por llevar la verdadera Consolación.

Esto mismo sucede con la Guadalupe, ella dice en el códice del Nicamopocua:

“Quiero mucho y deseo vivamente que en este lugar me levanten mi Ermita. En ella mostraré y daré todo: mi AMOR, mi COMPASIÓN, mi AYUDA Y mi DEFENSA. Allí he de Escuchar sus lamentos, remediar y curar todas sus miserias, penas y dolores”.

Esta es la metodología de la Virgen de Guadalupe y en resumen, y es la misma de la Consolata: llevar al mundo la verdadera Consolación, Jesucristo. Amor, compasión, ayuda y defensa son cuatro palabras que llevan Consolación. Escuchar sus lamentos, remediar y curar todas sus miserias, penas y dolores.

Es el grito de Consolación que México necesita y nosotros misioneros de la Consolata llevamos ya 11 años respondiendo a la llamada de la Virgen de Guadalupe. Es decir, desde la metodología Guadalupana, respondemos a los pueblos originarios y a nuestros hermanos migrantes. Es una llamada que pide respuesta a la delegación. Ellos necesitan amor, compasión, ayuda y defensa.

* Padre Elmer Peláez Epitacio, IMC, misionero in Turín, Italia.

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