Niños indígenas, grandes maestros

Niños warao en la comunidad Dani Consolata, Tucupita, Venezuela. Foto: Jaime C. Patias

Los grandes pedagogos del alma, sin duda son los niños, y de manera particular los niños indígenas, esta ha sido mi experiencia en el ámbito misionero.

Por Jhonny González *

Con ellos he aprendido a valorar muchas cosas en esta vida, como la sonrisa, la capacidad de asombro, el trabajo, sí, de ellos también aprendí esta virtud. Sobre todo, aprendí de ellos su espontaneidad y honestidad, por supuesto, no puedo olvidar que, también fueron mis primeros maestros en aprender el dialecto que se habla en cada una de sus comunidades indígenas por las cuales he tenido la oportunidad de compartir junto a ellos.

Me gustaría destacar algunas palabras claves que marcaron mi vida junto a estos niños y que describen mi experiencia junto a estos diversos pueblos indígenas, y aunque me enseñaron muchas otras cosas más, quisiera resaltar las siguientes:

Patume o “Bondad”: Los niños yukpas son pequeños llenos de bondad y risas, a pesar de las dificultades externas a las cuales están expuestos por estar en zona fronteriza, “Kumoko” (Dios), no los abandona, siguen siendo niños que se divierten con lo que para muchos es poco, para ellos es mucho, no han perdido la capacidad de imaginar y crear con lo que está a su alrededor. Dicha palabra también la utilizan para dar gracias.

Jhonny González durante misa en el Seminário filosófico IMC en Caracas,

Aapajaa o “Escuchar”: Con los niños wayuú aprendí la importancia de escuchar, tienen muchas cosas por contar, eso sí, solo lo hacen si le abres tu corazón, tienen muchas historias y experiencias por contar y tamb ién por preguntar, pero más que dar una respuesta a sus inquietudes, es brindar una escucha activa.

Sennakamato o “Trabajo”: Esto lo aprendí con un pueblo indígena que amo mucho, y es el pueblo pemón. Los niños desde muy pequeños acompañan a sus padres en las labores del Konuko, desde muy pequeños tienen una participación activa en las cosas del hogar, la cual está muy ligada a la fe, porque siempre antes de ir al trabajo, primero participaban de la Celebración de la Palabra muy temprano.

Namuara o “Perdón”: Los niños waraos son mi experiencia más reciente, son niños llenos de muchas risas y bondad, y tienen una capacidad de perdonar muy rápido, pelean entre sí, y ya al poco tiempo, están contentos jugando de nuevo en el río o corriendo en el patio de un lado a otro. Ellos también tienen un lugar muy especial en mi corazón.

Niñas migrantes e’ñepa y warao en Boa Vista, Roraima.

Todos estos niños en su gran diversidad cultural, también fueron mis primeros maestros, en cuanto al aprendizaje de la lengua local, quienes muchas veces entre risas y bromas me enseñaban mal, en cierto modo, para divertirse, cambiando significados unos por otros. No lo negaré muchas veces me avergoncé y me frustré, en cierto modo, por no entender, pero considero que tener la apertura de aprender de otros, inclusive de los más pequeños, con sus travesuras y todo lo que acarrea esta disposición, es parte de la humildad que debe tener el misionero de rebajarse y aprender de los demás.

Es importante resaltar que cuando uno tiene la oportunidad de ir a alguna misión en algún territorio de nuestro país o fuera de las fronteras, es necesario ser humildes, tener apertura a lo nuevo, gran capacidad de asombro y tener en cuenta que no lo sabemos todo, y que mucho menos estamos únicamente para enseñar a los que no saben, más bien por el contrario, estamos para aprender de ellos, y crecer juntos como comunidad.

Dios ha estado grande conmigo, ha sido fiel a sus promesas y alienta mi vida para seguir siendo un instrumento de su amor y consolación en la tierra. Te animo a ti que lees estas líneas a que te sumes a la misión de anunciar la Buena Nueva de Dios a nuestros pueblos autóctonos, ellos más que restar en tu vida, sumarán y te harán más humano, e indiscutiblemente más cristiano.

No tengáis miedo de responder con generosidad al llamado misionero que nos hace Jesús a cada uno de nosotros los bautizados. Más bien, si por el contrario no puedes, porque tu salud o edad no te lo permiten, puedes colaborar con tus bienes para que otros puedan hacerlo, y mejor aún, puedes brindar una oración sincera por todos los misioneros para que el Espíritu de Dios pueda guiar cada uno de sus pasos.

Niños migrantes indígenas en Boa Vista, Roraima, Brasil.

Ante todo, lo vivido solo me queda por decir: Patume (Yukpa), Anayawachija (Wayuú), Waküpeman (Pemón), Yakera (Warao). Sencillamante, “Gracias”.

* Jhonny González es seminarista IMC en la Filosofia en Caracas, Venezuela. Publicado en la Revista digital “Vida Nuestra”, marzo 2022.

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