Con tristeza, informamos sobre el fallecimiento de Gabriel Eduardo Malagón Suárez, quien fue un destacado sacerdote que dejó de ejercer el ministerio y líder de un movimiento de “sacerdotes con hogar” en la Iglesia.
Por Salvador Medina *
Nacido Gabriel el 17 de abril de 1960, cursó su bachillerato en el Colegio nacional La Salle, de Zipaquirá, en donde recibió su diploma de bachillerato, en 1978. De allí salió para ingresar al Seminario de la Arquidiócesis de Bogotá, como lo hice yo también para pasar de Profesor de Filosofía a Novicio, candidato al sacerdocio, en el Instituto Misionero de la Consolata. Gabriel terminó su formación básica, recibió la Ordenación Presbiteral y pasó a ejercer el Ministerio en varias parroquias, inclusive en Soacha, de donde salió, después de un accidente con la moto, retirándose del sacerdocio ordenado para integrar una familia y vivir con la esposa Clara y sus hijos María Clara, Laura Sofia y Juan Santiago hasta el final de su recorrido existencial, el martes 5 de noviembre de 2024.
Precisamente en sus exequias, realizadas a las 3.00pm del jueves 7, en la Basílica Nuestra Señora de Lourdes, ubicada en la Carrera 13 con Calle 63, Bogotá, presididas por el Señor Cardenal Monseñor Luis José Rueda Aparicio, encontré a un colega y amigo suyo, con hogar como él, que le rindió un breve y sentido homenaje al inicio de la Eucaristía, Hans Schuster. Le solicité el texto, con el permiso para publicarlo y aquí lo hago, como revelación de una semilla en germinación.
En memoria de Gabriel Malagón
“Conocí a Gabriel en el Seminario Mayor de Bogotá, estábamos a distancia casi de una generación de formación (6 años)
Fuimos asignados al mismo lugar de apostolado, la Parroquia de Nuestra Señora de Egipto, siendo el párroco de la época el Padre Fernando Rueda Williamson. Yo era diácono y estábamos con Gabriel y Mario Dorsonville Q.E.P.D. quien, una vez ordenado presbítero en Bogotá, viajó y se estableció en la Arquidiócesis de Washington y se nacionalizó ciudadano estadounidense. El Papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de la diócesis de Washington y años después el Papa lo transfirió al cargo de obispo diocesano del obispado de Houma-Thibodaux en donde falleció el 19 de enero de este año.
No volví a saber de Gabriel, sino años después cuando habíamos dejado el ministerio y él me contactó para hablar de una inquietud de hacer algo en favor de la Iglesia que nos había dado tanto y de reunir a otros compañeros que estuvieran en análoga situación. Tardes de conversación en Agraz& café, el restaurante de la familia. Este fue el germen del grupo Presbyteri.
Luego hay una historia más reciente que el grupo conoce: todo comenzó en la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en Bogotá, donde Monseñor Rueda Aparicio conoció a Gabriel, gracias a que el párroco Leonardo Cárdenas los presentó. Gabriel atendía, junto con su esposa Clarita y su hija Laura, un almuerzo al que había sido invitado el arzobispo de Bogotá.
En otra ocasión el Señor Cardenal fue invitado a Lourdes y Gabriel se enteró y fue a saludar y encontró al Señor arzobispo solo en la sacristía y le manifestó su inquietud que venía reflexionado hacía años. En aquel diálogo se enteró el Cardenal de un grupo de WhatsApp conformado por sacerdotes que habían dejado el ministerio y manifestó su deseo de querer encontrarse personalmente con ellos. El Señor Cardenal le dio su contacto telefónico con el ánimo de agendar una cita para dialogar más ampliamente sobre el tema y así nació el grupo Presbyteri.
Se comenzaron a realzar reuniones periódicas siendo la primera el 29 de julio del año pasado en el Seminario Mayor de Bogotá a la que asistimos 17, el Señor Cardenal, Monseñor Díaz y Monseñor Vanegas y la última para Gabriel, el pasado 4 de noviembre, en un retiro programado para el Grupo, en donde estuvo muy contento y animado.
Gabriel vivió con intensidad las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad y evidenciaba un fuerte celo apostólico, esto se vio reflejado el día e su fallecimiento. Él me llamó el día de su fallecimiento, una hora y media antes, para hablarme de su preocupación por la misión de Chipaque. Después quedamos aturdidos y adoloridos con la noticia que nos compartió Clarita. Una noticia ala cual no queríamos dar crédito.
Hombre de oración y de esperanza, con una ´profunda confianza en la acción del Espíritu Santo en su vida y en la Iglesia. Hombre de familia.
No somos indispensables, pero somos irremplazables, porque somos únicos. Esta se aplica a Gabriel.
Podemos decir ahora nosotros, como él de vez en cuando refería la frase de su amigo, confidente y confesor Monseñor Luis Montalvo: “tenemos otra palanca en el cielo”
Te nos adelantaste hermano y amigo. “¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra el gozo de tu Señor”. Mateo 25, 21” (Hans Schuster).
* Padre Salvador Medina es Misionero de la Consolata en Colombia