El Papa Francisco autorizó la publicación, en la mañana del 23 de mayo, del decreto que lleva a la canonización del Beato José Allamano, a quien se atribuye el milagro de la curación del indígenas Sorino, en la Tierra Indígena Yanomami, en Roraima – Brasil
Por Julio Caldeira IMC
En la mañana del miércoles 23 de mayo de 2024, el Papa Francisco recibió al Cardenal Marcelo Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, y autorizó la publicación del decreto que lleva a la canonización del Beato José Allamano, fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata.
La audiencia aprobó también los decretos para la canonización del joven Carlos Acutis y de un grupo de franciscanos martirizados en Siria, la beatificación de un misionero de la Preciosa Sangre y de dos mártires de Polonia y Hungría. En el mismo acto, se reconocieron las virtudes heroicas de tres siervos de Dios de Italia y España.
Milagro
Los misioneros de la Consolata llegaron a la Amazonia en 1948, precisamente a Roraima, en la región norte de Brasil, fronteriza con Venezuela y Guyana. Desde el principio se dedicaron a acompañar a las comunidades de este territorio y poco a poco fueron haciendo una opción preferencial por los pueblos indígenas de las actuales Tierras Indígenas Raposa-Serra do Sol y la Yanomami. Fue precisamente en la Tierra Indígena Yanomami, desde la misión de la región de Catrimani, donde los misioneros de la Consolata tienen una presencia efectiva y significativa desde 1965, donde vive el indígena Sorino Yanomami, que se curó milagrosamente.
El 7 de febrero de 1996, primer día de la novena al Beato José Allamano, Sorino, de 40 años, fue atacado por un jaguar en el interior de la selva, poniendo en peligro su vista, ya que parte de su cerebro quedó al descubierto y con pocas posibilidades de sobrevivir. Sus primeros cuidados sanitarios se llevaron a cabo en la misión de Catrimani, y tuvo que esperar ocho horas hasta ser trasladado en avión al hospital de Boa Vista, donde fue operado y entró en cuidados intensivos. Ante esta situación, un grupo de misioneras y misioneros de la Consolata, invocando al Beato José Allamano y realizando la novena, colocaron una reliquia suya junto a la cama de Sorino y junto a su esposa, en el hospital. Así, contrariamente a muchos diagnósticos médicos, Sorino se despertó diez días después de la operación sin problemas neurológicos. El 4 de marzo salió del hospital y el 8 de mayo regresó a Catrimani completamente curado, reanudando su vida normal en el Territorio Indígena Yanomami.
A petición de los misioneros y misioneras de la Consolata, el obispo de Roraima, Dom Mário Antônio da Silva, nombró el 29 de julio de 2020 a los miembros del Tribunal Diocesano local para las Causas de los Santos, que se reunieron en Boa Vista del 7 al 15 de marzo de 2021 para estudiar la veracidad de la curación milagrosa de Sorino Yanomami atribuida a la intercesión del beato José Allamano, y enviaron después sus conclusiones e informes al Dicasterio para las Causas de los Santos, en el Vaticano.
Según el padre Luiz Carlos Emer, superior regional de los misioneros en Brasil en aquella época, “la gracia recibida por el indígena Sorino Yanomami, miembro de un pueblo originario de nuestra tierra brasileña, es muy simbólica y llena de esperanza para los misioneros y misioneras de la Consolata, que siempre han tenido al pueblo yanomami en el corazón y en el centro de sus prioridades pastorales y que, gracias a este milagro concedido a uno de sus hijos predilectos, reciben el consuelo de ver por fin a su fundador elevado a los altares. Por este motivo, invitamos a todos a unirse en oración a la Familia de la Consolata para pedir que esta gracia sea confirmada y reconocida por la Iglesia”.
José Allamano
El P. José Allamano nació el 21 de enero de 1851 en Castelnuovo d’Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco), en el norte de Italia. Educado sólidamente en las virtudes humanas y cristianas por su madre, hermana de san José Cafasso, y por el mismo Don Bosco, de quien fue alumno durante cuatro años, respondió a su vocación sacerdotal con firmeza y determinación.
Ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1873, fue durante siete años formador y director espiritual en el seminario mayor de la diócesis de Turín. En 1880 fue nombrado rector del santuario de la Consolata, cargo que desempeñó durante 46 años, hasta su muerte. Allí ejerció su ministerio sacerdotal en todas sus dimensiones: restauró y amplió completamente el santuario, transformándolo en un centro vital de devoción mariana y de iniciativas apostólicas. Reabrió y dirigió el Instituto Pastoral (Convitto Ecclesiastico) para jóvenes sacerdotes. Se comprometió con amor en su formación espiritual, intelectual y pastoral. Emprendió la causa de canonización de su tío José Cafasso. Devolvió un gran vigor a la casa de retiros de la diócesis en el Santuario de San Ignacio de Lanzo. Fue solicitado para la dirección espiritual, la confesión y el asesoramiento por innumerables personas de todas las clases sociales. Promovió asociaciones católicas de formación cristiana y prestó gran apoyo a la labor de los laicos en los ámbitos social, editorial y educativo.
Para enriquecer a la Iglesia con lo esencial de la actividad misionera, en 1901 fundó el Instituto de los Misioneros y en 1910 el de las Misioneras de la Consolata, para la misión en África. Al mismo tiempo que continuaba con sus numerosos compromisos diocesanos, les dedicó el cuidado principal, formándolas en el espíritu que sabía que había recibido de Dios.
Murió santo el 16 de febrero de 1926 en Turín, cerca del santuario de la Consolata. Fue beatificado por el Papa San Juan Pablo II el 7 de octubre de 1990. Su fiesta litúrgica se celebra el 16 de febrero. Con el actual milagro atribuido a su intercesión el 23 de mayo, el Papa Francisco ha anunciado que convocará próximamente el Consistorio para la ceremonia de canonización.
* Con información de Consolata América y VaticanNews