El 20 de octubre, Día Mundial de las Misiones, durante la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad, cuya propuesta es ser una Iglesia sinodal en misión, la Plaza de San Pedro acogerá la canonización de 13 nuevos santos, entre ellos José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata.
Por Luis Miguel Modino / Religión Digital
Dios se manifiesta en quienes pensamos que no comparten nuestra fe
El milagro reconocido para la canonización de Allamano tuvo lugar en la Amazonía, con Sorino Yanomami, un indígena de la Misión de Catrimani, donde el carisma de la Consolata está presente desde 1965. Que el milagro se haya producido así “tiene un significado muy importante, es una inmensa alegría y satisfacción para nosotros”, según el cardenal Leonardo Steiner, arzobispo de Manaos y presidente del Regional Norte1 de la Conferencia Nacional de Obispos Brasileños y del Consejo Indigenista Misionero (CIMI).
En un encuentro con periodistas en la Sala Stampa del Vaticano, el cardenal Steiner recordó que “quizás hoy el pueblo yanomami sea el pueblo indígena más sufrido de Brasil”. Un ejemplo de ello fueron las enormes dificultades que afrontaron el año pasado, cuando murieron más de 500 niños. En aquella ocasión, se desplazó a Boa Vista, capital del estado de Roraima, para comprobar la situación y llevar una palabra del Santo Padre.
El arzobispo de Manaos reflexionó sobre el hecho de que el milagro se produjera en medio de un pueblo que, en su mayoría, no practica la religión católica. Esto significa que “Dios está presente allí y se manifiesta, se manifiesta en alguien que pensamos que no comparte nuestra fe”, dijo. Añadió que “estamos muy agradecidos de que Dios ilumine nuestras vidas con este milagro y nos muestre dónde debemos estar y con quién queremos estar. Si estamos con los pobres, con los más necesitados, estaremos en el mejor lugar”.
Agradecidos por la presencia misionera de la Consolata
Para los Yanomami, la presencia de los Misioneros de la Consolata entre ellos es de gran importancia y motivo de gratitud, según Julio Ye’kwana, líder indígena de la Tierra Yanomami, que relató la realidad local, denunciando el sufrimiento ante las graves consecuencias de la minería ilegal y el Marco Temporal, al que se enfrentan los pueblos indígenas de Brasil, ante lo que consideran inconstitucional, “algo feo, absurdo”. Ante esta situación, pidió apoyo internacional para los pueblos indígenas de Brasil.
Una diócesis que hizo opción por los indígenas
“La Iglesia de Roraima ha hecho una opción histórica por los pueblos indígenas, lo que le ha valido muchas amenazas y persecuciones a lo largo de la historia”, afirmó Mons. Evaristo Spengler. Relató la historia de la Iglesia local, que desde el principio se dio cuenta de la realidad de los pueblos indígenas, que eran considerados propiedad por los terratenientes de la región y marcados con el mismo hierro que el ganado. Una situación denunciada por los misioneros benedictinos, por lo que sufrieron amenazas físicas y tuvieron que refugiarse entre los indígenas.
Desde 1948, los Misioneros de la Consolata están presentes en la diócesis de Roraima, “continuando y profundizando esta opción por los pueblos indígenas”, que habían perdido sus tierras y su identidad, lengua y cultura indígena, subrayó el obispo. A raíz de ello, los Misioneros de la Consolata iniciaron un proceso de rescate de la cultura, la lengua, la identidad y la tierra, promoviendo diversos proyectos, una dinámica que ha continuado a lo largo de los años.
Evaristo Spengler denunció la gran y grave invasión de la Tierra Indígena Yanomami por parte de los mineros del oro, con un fuerte apoyo político y económico. A ello se unió el tráfico de armas, el narcotráfico, la explotación sexual de las mujeres indígenas, la destrucción de la selva y la contaminación de los ríos, que tuvieron como efecto la destrucción del pueblo yanomami y el aumento de la mortalidad infantil por causas evitables, debido a la falta de cuidados.
El obispo recordó que en los últimos años la Iglesia en Roraima ha optado por los migrantes, llegaron más de un millón en los últimos años. Por último, Mons. Evaristo Spengler afirmó que “el milagro ocurrido al indígena Sorino Yanomami el 7 de febrero de 1996, librándolo de la muerte por intercesión del Beato José Allamano, fue un signo de Dios, fue una confirmación de que la misión de la Iglesia está del lado de los más pobres, de los más débiles, de los vulnerables de la sociedad, y que por ahí pasa el Reino de Dios”, concluyó.
Un corazón abierto al mundo
La superiora de las Misioneras de la Consolata, Sor Lucía Bortolomasi, destacó que la nueva santa fundó una congregación “con un corazón abierto al mundo”, para “llevar el Evangelio, la salvación y el consuelo a las personas que no conocían el Evangelio de Jesucristo”. La canonización lleva a “descubrir la belleza de este carisma”, y así “vivir la santidad con el estilo de nuestro fundador, un estilo sencillo, humilde, cercano a la gente”, alguien que siempre decía: “ánimo y adelante”.
El superior general de los Misioneros de la Consolata, P. James Bhola Lengarin, destacó el testimonio sobre el pueblo yanomami como “un momento de gracia”, que nos desafía a tener un corazón atento a los demás, a los que viven en las periferias del mundo, que son descartados por nuestra sociedad enferma y sin valores. El superior subrayó que Allamano no envía sólo a sacerdotes, sino también a laicos en misión para dar testimonio de la Palabra de Dios. Esto les desafía a seguir adelante, dando su vida, siendo un signo de esperanza para la humanidad.