
Esa figura está presente en la mente del Padre Fundador desde la fase de planificación del Instituto. En el primer documento que elaboró para la presentación de su proyecto a la Santa Sede, afirma que desarrolló su proyecto en contacto con sacerdotes y seminaristas, pero añade, como comentario al margen: “no faltarán laicos” (Carta a C. Mancini, 6 de abril de 1891).
Por Salvador Medina *
Sabemos que en la Iglesia Católica existen los Sacerdotes o Presbíteros diocesanos, popularmente llamados Padres, pertenecientes a una Iglesia Particular que puede ser Arquidiócesis, Diócesis o Vicariato Apostólico. Ellos viven en celibato y prometen obediencia a su Obispo. Igualmente existen Sacerdotes Religiosos, consagrados con los Votos de pobreza, castidad y obediencia, pertenecientes a Órdenes, Congregaciones o Institutos de Vida Consagrada, llamados todos a la vida comunitaria. Algunas de estas instituciones están conformadas por Presbíteros y Laicos o Hermanos. Existe también la Vida Consagrada o Religiosa masculina y femenina, con diferentes carismas y ministerios.
El Instituto Misiones Consolata, según la voluntad del Fundador, José Allamano, está formado por Sacerdotes y hermanos coadjutores (laicos consagrados) para la misión ad-gentes y viven en espíritu de familia (XI CG 59).
¿Quién es el Religioso/a – Hermano/o en la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II los las presenta así: “La vida religiosa laical, tanto masculina como femenina, constituye en sí misma un estado completo de profesión de los consejos evangélicos. Por eso el sagrado Concilio, que le tiene gran estima, ya que aporta tanta utilidad a la acción pastoral de la Iglesia en la educación de los jóvenes, en la asistencia a los enfermos y en otros ministerios, confirma a los miembros de esta forma de vida religiosa en su vocación y les insta a adaptar su vida a las necesidades de hoy. Por consiguiente, la vida religiosa laica es completa en sí misma. No debe definirse por lo que le falta (no ser padres), sino por lo que es. Por su parte, Juan Pablo II afirmó: “Estoy convencido de que este tipo de vida religiosa que, a lo largo de la historia, tan grandes servicios han prestado a la Iglesia, sigue siendo hoy uno de los más adecuados a los nuevos desafíos apostólicos que supone el anuncio del mensaje evangélico”
El Hermano en el Instituto Misiones Consolata
Esa figura está presente en la mente del Padre Fundador desde la fase de planificación del Instituto. En el primer documento que elaboró para la presentación de su proyecto a la Santa Sede afirma que desarrolló su proyecto en contacto con sacerdotes y seminaristas, pero añade, como comentario al margen: “no faltarán laicos” (Carta a C. Mancini, 6 de abril de 1891). De hecho, en el proyecto de Reglamento del mismo año, los sacerdotes y los laicos son considerados “deseosos de dedicarse a las misiones”, “consagrarse a la evangelización de los infieles”.
Cuando José Allamano habla de comunión, de comunidad, la entiende en “espíritu de familia”. Dicen sus estudiosos que no se refiere a una simple “estrategia” para pasar la vida, sino a las motivaciones que lo indujeron a pensar en la fundación del Instituto. Lo piensa, propone como familia y no como seminario o colegio. En una familia es impensable que pueda haber miembros de primera clase (padres) y de segunda (hermanos). En familia se tejen relaciones de igualdad, de fraternidad, todos con la misión ad gentes en la cabeza, el corazón, las manos y los pies. Cada uno desempeñando sus roles o ministerios, todos en “unidad de intentos”.
Los Hermanos son parte constitutiva de la estructura fundacional de la Familia misionera o Instituto de la Consolata. No solo, son también los más queridos por el Fundador. Detalle este que se puede evidenciar en expresiones como la siguiente: “Que una hermana me escriba desde África, me agrada; que un padre me escriba, igualmente; pero que un coadjutor me escriba, aún más”. Pero, evidentemente, no por eso estamos exentos de repensar y recrear la figura, la presencia en el Instituto, el rol y la participación de los Hermanos en la misión de hoy, tiempo de protagonismo laical y cuestionamiento del exacerbado clericalismo.

Conformación de los primeros grupos de misioneros enviados por el Fundador
El primer grupo, enviado el 5/8/1901 está integrado por: P. Tomaso Gays, P. Filippo Perlo, Hno. Celeste Lusso y Hno. Luigi Falda. El segundo, enviado el 15/12/1902: P. Gabriele Perlo, P. Borda Bossana, seminarista G. Cravero, Hno. Andrea Anselmetti. El tercero, enviado el 24/4/1903: 8 religiosas, 4 sacerdotes, 1 seminarista y el Hno. Benedetto Falda. El cuarto, enviado el 24/12/1903: 12 religiosas, 3 sacerdotes, y los Hermanos Anselmo Jeantet y Agostino Negro. El quinto, enviado el 27/11/1905: 6 hermanas, 2 sacerdotes y el Hno. Aquilino Caneparo.
Sin necesidad de mucho esfuerzo podemos deducir, de la conformación de los primeros grupos misioneros, hombres y mujeres, presbíteros y religiosos/as laicos, la comprensión de una misión interdisciplinar e integral, puesta en marcha sobre dos rieles, como el tren: el anuncio explícito del Evangelio y la promoción humana y del ambiente. Para este fin se forman y preparan los misioneros/as, al inicio con evidente prisa, esperando que la misma misión los siga formando, en la vivencia comunitaria que los templa en su personalidad, la práctica religiosa – espiritual que los lleve por el camino de la santidad, en los estudios académicos y la capacitación técnico-práctica que les facilite el actuar con sabiduría, conocimiento y creatividad práctica para el trabajo con las gentes del lugar a donde el Dios de la misión los direccione.
Conclusión
El último Capítulo General (XIV) dedicó breves párrafos a lo Hermanos y, en el numeral 529 manda que “en los próximos seis años, la DG organice un “Año de los Hermanos IMC” invitando a todo el Instituto a orar y reflexionar sobre la vocación a Hermano en el IMC. Esta sea una oportunidad para integrar más claramente la vocación a Hermano en las actividades de animación misionera.
Está abierto, pues, un tiempo de reflexión y recreación. La presencia de los jóvenes misioneros laicos en la AMJV de nuestra Región Colombia y de los laicos misioneros de la Consolata – LMC, es altamente significativa, provocativa y oportuna, cuando la figura del Hermano, como tradicionalmente la conocemos, tiende a desaparecer.
P. Salvador Medina IMC, es misionero de la Consolata en Colombia.
Artículo publicado originalmente en la revista Dimensión Misionera (clic para ver)