Después de algunos días de lluvia, el cielo parece haber adelgazado sus nubes para iluminar el sábado 9 de noviembre de 2024, día en que se elevó la acción de gracias por la canonización de San José Allamano con una Eucaristía celebrada en el Campus Universitario de Nairobi (Kenya).
Por Michelangelo Piovano *
Tras su canonización, que tuvo lugar en Roma el 20 de octubre, y las diversas celebraciones en Italia, no podía faltar una gran fiesta de acción de gracias en la tierra a la que Allamano nunca llegó físicamente, pero a la que llegó con su mente, su corazón y todas sus fuerzas a través de sus misioneros y misioneras. Una tierra que soñó, conoció y amó, una tierra en la que sabía que la semilla plantada por los cuatro primeros misioneros, que partieron en 1902, daría abundantes frutos. Y así fue.
Misa de acción de gracias en el campus universitario de Nairobi (Capuchin TV)
Foto album: Francisco Martínez
Celebración de los frutos de la misión en Kenia
Su santidad, ahora proclamada oficialmente por la Iglesia, se manifestó aquí desde el principio. Fue sembrada día a día por la dedicación, el celo, el trabajo y la pasión de sus hijos e hijas con un trabajo «bien hecho y sin hacer ruido». Ese es el lema, perteneciente a la palabra carismática de San José Allamano, que en este día vemos impreso en capulanas y pañuelos de colores. Pero, en algún momento, el bien silencioso no puede permanecer oculto, sino que aparece, debe ser proclamado y anunciado como motivo de gloria entre los pueblos.
Y hoy se ha celebrado este bien, esta «gloria» con los muchos frutos y colores de nuestra misión en Kenia. Cada encuentro, cada gesto, cada palabra dicha, cada mirada, cada persona no era sino la expresión de una estación madura con todos sus frutos, y no podíamos dejar de dar gracias a Dios y a quien de alguna manera fue su instrumento, como buen sembrador, como buen padre y pastor, San José Allamano.
Desde la mañana, jóvenes misioneros, novicios, estudiantes profesos, diáconos, sacerdotes, hermanos, hermanas y laicos llegan a la Casa Regional de Nairobi. Hay un ambiente de fiesta y alegría, están los que se vuelven a ver después de tantos años, los que han hecho juntos su formación en el seminario, o aquellos con los que han trabajado en otras lejanas tierras de misión. Como recordó el Superior General, Padre James Lengarin, en sus palabras al final de la celebración, estos son los frutos que Kenia ha dado y sigue dando a la Iglesia y al mundo, tantos misioneros que siguen haciendo vivo el sueño y el carisma de San José Allamano de anunciar el Evangelio, de dar a conocer a Jesús y su amor.
Celebración de la Eucaristía de acción de gracias
A continuación llegamos al Campus Universitario de Nairobi donde todo se ha preparado con mucho trabajo para la celebración de la Eucaristía de acción de gracias. Se respira un aire de fiesta, se preparan bailes, se cantan canciones y se ultiman los detalles para que todo salga bien y «bien hecho», como deseaba Allamano.
A las diez en punto arranca la procesión con más de un centenar de sacerdotes. Está presente nuestra Dirección General y están casi todos nuestros obispos de Kenya de las diócesis de Marsabit, Mararal, Isiolo, el obispo de Muranga, de Meru, el arzobispo de Nyeri, el Nuncio Apostólico. Todos se dirigen al altar donde hace nueve años, en 2015, el Papa Francisco celebró la Eucaristía cuando visitó Kenia. Nuestros alumnos y diáconos hacen el servicio del altar en este día y la celebración quedará en el corazón de todos.
El Evangelio de Marcos (Mc 16,15-18) se proclama con el mandato de Jesús. «Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda criatura». Con estas palabras, desde el Santuario de la Consolata de Turín, Allamano envió a sus misioneros. Han salido muchos y muchas. Y además nacieron comunidades cristianas, parroquias, diócesis, vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa, obispos y laicos que son testigos de este Evangelio creído, vivido y anunciado en tantas lenguas y naciones. Prueba de ello fue la oración de los fieles pronunciada en swahili, kikuyu, meru, samburu… lenguas de pueblos en los que el Evangelio se ha inculturado, aportando vida y consuelo.
El milagro de Sorino Yanomami
Al final de la celebración se escucharon testimonios y palabras de agradecimiento de laicos, religiosas, superiores y obispos. Pero uno en particular llegó al corazón de todos: el de sor Felicita Muthoni, Misionera de la Consolata de Kenya que hace casi treinta años, trabajando en la misión de Catrimani, en la selva amazónica, prestó los primeros auxilios a Sorino Yanomami, que sanó milagrosamente por intercesión del beato José Allamano y que fue proclamado santo gracias a esta curación.
La hermana Felicita habló de los hechos de aquel 7 de febrero de 1996 cuando encontró a Sorino con el cráneo quebrado por un jaguar. Habló de los primeros auxilios y de la firme decisión de enviarlo al hospital de Boa Vista, para que se intentara lo imposible, a pesar de que tenía a su alrededor a más de 200 indígenas que se oponían amenazantes. Sorino le había alcanzado a decir, con un hilo de voz, que no quería morir y que deseaba vivir. De ahí surgió su decisión apresurada pero ciertamente inspirada por Aquel que prometió a sus discípulos que, si tenían fe, serían capaces de hacer obras aún mayores que las que él había realizado. La fe de Sor Felicita afloró cuando se refugió en la capilla de la misión e hizo una sentida e imperativa oración al Señor, por intercesión de su Fundador:
«Sorino tiene que curarse, tiene que recuperar la plena salud para que pueda vivir y sobrevivir en la selva, entre su gente, para que pueda cazar y pescar, y para que se conserve también la vida de los misioneros».
Todavía hoy, después de 28 años, Sorino vive su vida en la selva con la fuerza y la salud de un anciano. La Hermana Felicita continúa diciendo que el milagro de Sorino es un milagro que contó, además de la intercesión de San José Allamano, con el compromiso y la colaboración de sus hermanas de diferentes naciones, los médicos y las personas que estuvieron a su lado. Un milagro que es expresión de una misión bendecida por el Señor, un milagro que también contemplamos hoy en las misiones de Kenia y de muchos otros países en los que trabajamos. La común misión que nos une, cuando se hace con fe y unidos en un solo propósitos, se convierte en gracia a favor de los más necesitados, vida y consuelo en tantas obras al servicio de la educación, la salud, el diálogo, la marginalidad, la hospitalidad, la justicia y la paz.
San José Allamano sigue iluminándonos
La celebración se concluyó con un gran banquete fraterno, preparado y servido con amor y bondad para todos: con la Eucaristía que acabábamos de celebrar era un preludio del banquete celestial. San José Allamano estuvo con nosotros: en el rostro, en el corazón, en los gestos de servicio y en la vida de todos aquellos que hoy quisieron decir gracias a Dios y a él. El agradecimiento era por la misión que no terminaba, sino que continuaba en la vida de cuantos partieron hacia sus casas y comunidades con el íntimo deseo de anunciar el Evangelio y recorrer el camino de la santidad iluminados por el carisma de San José Allamano.
Kenia –como recordó el arzobispo de Nyeri– es una tierra fecundada también por la santidad de las beatas Irene Stefani, Leonella Sgorbati y Carola Cecchin. A su intercesión, junto con la de san José Allamano y la Virgen Consolata, encomendamos a cada una de nuestras comunidades, a cada misionero y a cada misionera; encomendamos el «bien hecho» que se hizo y que se seguirá haciendo para continuar siendo semilla y signo de consolación.
* Padre Michelangelo Piovano, IMC, Vice Superior General. Nairobi, 9 de noviembre de 2024.