El año 2024 fue declarado por el Santo Padre, el Papa Francisco, como el año de oración. La oración es un pilar fundamental en el seguimiento de Jesucristo. El discípulo misionero de Jesucristo debe ser una persona de oración.
Por Lawrence Ssimbwa *
La oración es uno de los aspectos que recalcó bastante el Beato José Allamano a los misioneros y misioneras de la Consolata: su vida es totalmente inseparable de la oración. El espíritu de oración es parte de la vida diaria de las comunidades locales donde viven los Misioneros de la Consolata, y es un aspecto imprescindible en la vida personal y apostólica de los mismos.
El Beato José Allamano subraya que el espíritu de oración viene directamente del mandato de Jesucristo de rezar con constancia (cfr. Lc 18,1), revestirse de espíritu de oración manifiesta madurez en el seguimiento de Jesucristo y en el apostolado misionero.
Jesucristo, modelo de oración
El Señor Jesús es el ejemplo por antonomasia de oración, es la principal autoridad en la enseñanza de la oración. Jesucristo nos dejó la oración más grande y poderosa del universo: “La Oración del Señor” (Mt 6,9-13). Él contó una parábola para mostrar la necesidad de orar siempre y sin desfallecer (Lc 18,1-8). Jesús oró mucho en compañía de sus discípulos (Mt 26,36-38); con el silencio y la soledad buscaba la comunión con su Padre (Mc 1,35).
San Pablo aprendió muy bien de Jesús sobre la importancia de oración. A ejemplo de Jesús exhorta a los discípulos de Jesús a orar sin cesar (cf. 1 Tes 5,17) y elevar constantemente «toda clase de oraciones y súplicas, animadas por el Espíritu. Dedíquense con perseverancia incansable a interceder por todos los hermanos» (Ef 6,18)
Los santos de la historia de la Iglesia nos han dejado también el mayor ejemplo de oración e intimidad con Dios. Una de las principales virtudes de los santos es una profunda vida de oración. San Agustín de Hipona dijo: “Sin oración no se puede conservar la vida del alma. La oración es la llave que abre las puertas del cielo”. San Juan Crisóstomo dijo: “El hombre más poderoso es aquel que reza, porque se hace participante de Dios”.
Santo Tomás de Aquino dijo: “La oración continua es necesaria para entrar en el cielo. El poder de la oración para obtener la gracia, no por nuestros méritos, sino por la misericordia de Dios que se comprometió a oír a aquellos que le piden”. Santa Teresa de Ávila dijo: “La oración de intimidad con Dios, no es otra cosa que morir para todas las cosas del mundo y alegrarse únicamente en Dios. Quién deja de rezar es como si se echara al infierno sí mismo, sin necesidad de los demonios”. San Alfonso María de Ligorio dijo: “Quién reza se salva. Quien no ora, sin duda se condena. “Digo, repito y repetiré siempre, mientras vivamos nuestra salvación está en la oración”.
El magisterio del Beato José Allamano acerca del espíritu de oración
El Beato José Allamano no cesó de enseñar a sus misioneros y misioneras sobre la importancia del espíritu oración. A ejemplo de Jesucristo él también vivió en espíritu de oración y su vida sacerdotal fue un claro testimonio de una vida de oración. También la fundación de los Misioneros y Misioneras de la Consolata son fruto de su espíritu de oración. A continuación algunas enseñanzas suyas acerca del espíritu de oración:
El recogimiento como punto de partida para el espíritu de oración
Se trata de la importancia de la contemplación. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “la oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el silencio y el amor. Es un don de Dios, un momento de fe pura, durante el cual el que ora busca a Cristo, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu. Santa Teresa de Jesús la define como una íntima relación de amistad; estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama” (CIC-C #571).
El Beato José Allamano acerca de recogimiento afirma que “es necesario vivir recogidos, evitando las disipaciones y permaneciendo ante la presencia de Dios. El recogimiento es absolutamente necesario para poder sacar provecho de lo que se hace; de lo contrario, nos quedan esas especies de oasis que son las prácticas espirituales, pero fuera de ellas, todo es árido. Cuando, después, no podemos tener la mente fija en Dios, basta referir nuestras acciones a Él y todo se convierte en oración. En esto consiste el espíritu de oración, que ayuda mucho a la vida interior” (Así los quiero, 250).
El Fundador invita a los misioneros y misioneras de la Consolata a ser hombres y mujeres de contemplación: “Un misionero y una misionera deben ser capaces de mantener el recogimiento en cualquier lugar; saber pasar del estudio o del trabajo a la oración; permanecer unidos a Dios con una elevación permanente del corazón (…) Si no tienen este espíritu, no serán nunca buenos misioneros y misioneras. Podrán creer que lo son, pero en realidad, no lo son. ¡Felices ustedes si trataran siempre de avanzar en la vida interior, con el espíritu de recogimiento y oración!” (Así los quiero, 251).
El recogimiento interior se fundamenta en la fe y la oración silenciosa es una ocasión para entregarse a Dios que habita en nuestro interior. No se trata de razonar acerca de Dios, sino de quedase a solas con Él en el silencio, y Dios va haciendo en el alma su trabajo de alfarero para ir moldeándola de acuerdo a su Voluntad.
Espíritu de oración es estar en la presencia de Dios
La vida de oración es estar habitualmente en la presencia de Dios y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (Rm 6,5). La presencia de Dios siempre es inmensa, pues en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hech 17,28). Por eso afirma el Beato José Allamano que “lo ideal es que lleguemos a vivir continuamente en presencia de Dios, que es uno de los medios más eficaces de santificación. (…) Por lo tanto cuando se camina en presencia de Dios, se hacen las cosas bien, con perfección” (Así los quiero, 251).
Estar en la presencia de Dios es considerar que Jesucristo está presente en nuestros templos, capillas y oratorios. El Beato José Allamano lo certifica: “El está en el Santísimo Sacramento con su presencia real, así como real es nuestra presencia ante Él, porque la distancia no cuenta para Él. Por lo tanto, hagamos que la presencia de Jesús sacramentado sea habitual y familiar. Él me mira y yo lo miro, y nuestras miradas se encuentran en el amor” (Así los quiero, 252). Así que, estar permanentemente en la presencia de Jesucristo es una clara manifestación del espíritu de oración.
El espíritu de oración es meditar con pasión
No debemos ser simplemente personas meditativas, sino que tenemos que hacerlo con pasión. La meditación con pasión fundamenta el espíritu de oración en los discípulos del Señor. La meditación cotidiana es siempre el fuego con el que se enciende el alma y tiene como finalidad la un conocimiento profundo de la Palabra de Dios que nos permite conocer su voluntad y adherirse a ella, imitando la vida de Cristo y de los santos. El beato José Allamano es muy claro en este aspecto: “Quiero que todos se convenzan de lo importante que es la meditación o la oración mental, que aprendan a hacerla bien y tomarle gusto. Ella es necesaria para que adquieran el espíritu de piedad, crezcan en el amor de Dios y eviten el pecado (…) Además, es necesaria para hacer el bien a los demás” (Así los quiero, 246).
Conclusión
El Beato José Allamano fue un discípulo misionero de Jesucristo caracterizado por la oración. Su vida fue un testimonio de oración y confianza total en el Señor. Por eso, exhortó bastante a los misioneros y las misioneras de la Consolata a que fueran personas de oración tanto a nivel personal como en su apostolado. En este año de oración convocado por el Papa Francisco, las enseñanzas del Beato José Allamano sobre el espíritu de oración siguen iluminando la vida de los misioneros de la Consolata y de todos los discípulos misioneros de Jesucristo en su encuentro diario con el Señor.
* Padre Lawrence Ssimbwa, IMC, párroco de San Martin de Porres en Buenaventura, Colombia.