El Señor Jesús, el misionero enviado del Padre, sigue llamando y enviando, también hoy, para que todos podamos disfrutar de la salvación. Pongámonos entonces en actitud y dinámica de salida.
Por Lawrence Ssimbwa*
Antes de la Ascensión, Jesús dijo a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda la creatura” (Mc 16, 15). El Señor Jesús envió a los discípulos de todo tiempo a evangelizar. Les envió a salir de sus fronteras hacia otras, con el fin de anunciar la Buena Nueva que es Él mismo.
La salida misionera es un mandato explícito de Jesucristo. Es un elemento concomitante a la tarea evangelizadora de la Iglesia y de todos los bautizados. Para realizar exitosamente la misión en salida, hay puntos esenciales que cada evangelizador tiene que tener en cuenta.
Amor a Jesús: El amor a Jesús es la primera condición para la salida misionera.
El evangelizador sale únicamente para anunciar que Jesucristo es el Salvador del mundo. Sale para anunciar a Jesucristo especialmente a los que todavía no lo conocen (misión ad gentes) o a los que se han alejado de Él (Nueva Evangelización). Así que la salida misionera no tiene otro fin que anunciar que Jesucristo es siempre la fuente de alegría y luz para el hombre y la mujer de cada generación.
Por eso, cada evangelizador debe ser un enamorado de Jesucristo, porque es enviado por la Iglesia para anunciarlo a la gente en cualquier lugar donde se encuentre. Sin embargo, es imposible anunciar a Jesucristo sin tener el amor profundo a Él. Pues nadie da lo que no tiene.
El amor a Jesucristo es el elemento fundamental para la salida misionera con el fin de que, Cristo sea conocido y amado por aquellos que, tal vez, no lo conocen o por los que se ha alejado de la fe y de la Iglesia.
Aprender de Jesús: Jesucristo es el prototipo de la misión en salida.
Él es el Enviado por excelencia de Dios Padre. Salía con frecuencia a las periferias y orillas para anunciar el mensaje de salvación. Iba con frecuencia a las sinagogas para encontrarse con la gente con el fin de anunciarle el mensaje de salvación. Visitaba a las familias para evangelizarlas, por ejemplo, la casa de Marta y María (Lc 10: 38-42), la casa de Simón (Lc 7: 36-46), la casa de Leví (Lc 5:29-32), la casa de Pedro (Lc 4:38-39), la casa de Jairo (Lc 8:41-56), la casa Zaqueo (Lc 19:1-10), entre otras.
La salida misionera caracterizaba el ministerio público de Jesucristo quien salía frecuentemente de una orilla a la otra, de un pueblo a otro y desde allí curó a los enfermos, sació el hambre de muchas personas, exorcizó a los endemoniados y perdonó los pecados de varias personas. Así que, el Maestro de la salida misionera es Jesucristo. Por eso, quien sale a misionar debe a aprender de Jesús.
De Él se aprende la mejor pedagogía de la salida misionera, de Él se aprende como acercarse a los alejados de Dios, de Él se aprende a cercarse a los pobres, de Él se aprende a ser caritativo, de Él se aprende a consolar a los tristes, etc. Por lo tanto, cada evangelizador debe aprender de Jesús porque Él es el Maestro por excelencia de la misión en salida.
Aprender de los grandes evangelizadores de la Iglesia
El arte de evangelizar se puede aprender de los grandes evangelizadores que la iglesia ha tenido a lo largo de la historia. Ellos bebieron de la escuela de Jesús, modelo por excelencia de la salida misionera. De verdad son incontables los grandes evangelizadores que la Iglesia ha tenido, sin embargo, se puede destacar el ejemplo de algunos.
Los apóstoles son los primeros ejemplos de la misión en salida. Ellos fueron los testigos oculares de las salidas misioneras de Jesucristo a diferentes sitios. Lo acompañaban en varias salidas misioneras que realizaba en varios lugares y dé Él aprendieron la pedagogía de la misión en salida.
Después de la Ascensión del Señor, los apóstoles fueron dispersados en diferentes lugares donde evangelizaron y formaron las Iglesias locales: Pedro en Roma, Santiago el menor en Jerusalén, Andrés fue el fundador de la iglesia Bizancio, Pablo el gran misionero de los gentiles y fundador de las comunidades cristianas en Corinto, Tesalónica, Roma, Gálatas, Éfeso, entre otros.
Todas esas iglesias se fundaron como fruto de la misión en salida. A lo largo de la historia, la iglesia ha tenido muchos evangelizadores como santos Cirilo y Metodio, apóstoles de los eslavos, Mateo Ricci, san Francisco Javier, san Daniel Comboni, Cardenal Charles Martial Lavigerie, santa Madre Laura Montoya, san Juan Bosco, san Pedro Claver, beato José Allamano, entre otros.
Además, se puede aprender de muchas comunidades religiosas misioneras tales como los misioneros de la Consolata, los misioneros combonianos, los misioneros de África, los Jesuitas, los Salesianos, los Agustinos, los Javerianos de Palma, los Javerianos de Yarumal, etc. Esos evangelizadores y las comunidades religiosas misioneras mencionadas, son ejemplos de la misión en salida y varias iglesias locales se establecieron como fruto de su obra evangelizadora.
Ser consciente de que la Iglesia es misionera
El Concilio Vaticano II a través del Decreto Ad Gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, afirma que “La Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. La Iglesia es misionera porque su Fundador es el misionero del Padre (Jn 3: 17).
La Iglesia y la misión son inseparables. La misión es la razón de ser de la Iglesia. Esta existe para evangelizar, para que Cristo sea conocido en todos los pueblos y culturas del mundo. Esa conciencia de la misionariedad de la Iglesia hace que los misioneros ensanchen su horizonte hacia otras fronteras para anunciar a Jesucristo, único Salvador del mundo.
Esa conciencia es la razón de la misión Ad Gentes que la Iglesia realiza en pro de los lugares donde Cristo todavía no está conocido y por la nueva evangelización para re-anunciar a Cristo entre aquellos que se han alejado de Él y de la Iglesia.
Ser consciente de que cada bautizado es misionero
El bautismo nos hace misioneros de Jesucristo. La tarea misionera es inherente al ser de todos los bautizados. Cada bautizado es misionero porque el mandato misionero de Jesucristo está dirigido a todos (Mt 28, 19-20).
El mandato misionero no está restringido a un grupo de personas particulares, tampoco está referido únicamente a la jerarquía de la Iglesia, sino a todos los discípulos de Jesucristo. Cada bautizado es misionero, es decir, es enviado por el mismo Jesucristo para que anuncie que Él es el Salvador del mundo, y así sea conocido, amado y santificado. Cada hombre o mujer, joven o niño, puede anunciar perfectamente a Jesucristo con sus dones y carismas que Dios le ha concedido.
Ser consciente de que la fe crece dándola
La Enciclica Redemptoris Missio no. 2 aclara que “la fe se fortalece dándola”. Según la Carta a los Hebreros, “la fe es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquellas que no se ven” (Heb 11,1). ¿Y qué es lo que se espera? La salvación: “Esperamos la salvación por la fe mediante la acción del Espíritu” (Gal 5,5).
La fe es entrega personal, el sometimiento total a Dios del entendimiento para creer, de la voluntad para practicar y del corazón para amar. Se trata, no solo de creer en algo sino de creer en Alguien, de creer a Dios y de creer en Dios. Hay que compartir la fe para crecer de una persona a la otra, de una frontera a la otra. Por eso los misioneros son mensajeros de la fe en el Señor.
Amor a la periferia
La periferia es el término que se suele utilizar para referirse a los lugares apartados, lugares fuera del centro, bien sea ciudades o lugares cómodos. En las periferias viven personas pobres, personas discriminadas, personas estigmatizadas, personas rechazadas por algunos en la sociedad, etc.
Las condiciones en las periferias a veces son infrahumanas, etc. Las condiciones de vida a veces son precarias y las personas que viven ahí carecen de todo: oportunidades, vida digna, etc. Pocas personas quieren identificarse con las periferias. Algunos evangelizadores se identifican con las periferias.
Para ello, el amor a las periferias es fundamental para la salida misionera. Para cualquier misionero, la periferia debe convertirse en un lugar privilegiado para el anuncio de Jesucristo quien dignifica a hombres y mujeres de cada época, lugar y generación.
Opción preferencial por los pobres
La salida misionera está muy relacionada con la opción preferencial por los pobres. “Para la Iglesia, la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga su primera misericordia. Esta preferencia divina tiene consecuencia en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener los mismos sentimientos de Jesucristo (Flp 2,59)” (EG, no. 198).
Los pobres en muchas veces son olvidados y excluidos. Viven en lugares donde pocos quieren ir por la falta de comodidades en sus espacios. Son personas con las cuales algunos no quieren identificarse. Inclusive, a algunos evangelizadores les cuesta ir a los lugares de los pobres.
Sin embargo, todos los evangelizadores están llamados a tener una opción preferencial por los pobres, pues ellos son la primacía del Reino de Dios. Ellos son los preferidos de Jesucristo y son la razón de ser de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Salir de esquemas estigmatizantes y miedos
La salida misionera exige renuncias, nos pide siempre dejar lo que se conoce y emprender un largo camino, como Abraham a la tierra de Canaán (cfr. Gn 12, 1-6).
Así mismo, exige salir de miedos y esquemas de estigmatización que a veces poseemos especialmente hacia los pobres y ciertas poblaciones. A veces son esquemas que hemos heredado de la sociedad donde vivimos o nacimos.
El misionero que anuncia a Jesucristo a las poblaciones estigmatizadas, seguramente tiene que despojarse de esquemas estigmatizantes para poder anunciarles a Aquel que es autor de vida y salvación del mundo.
Ser consciente de que el anuncio de Cristo es apremiante hoy en todo el mundo
El misionero siempre es enviado por la Iglesia para anunciar a Jesucristo, vida y luz del mundo. Sin embargo, es importante que el misionero tenga en cuenta la realidad de la lejanía de Dios y la perdida de fe en muchos lugares del mundo.
Vale anotar que la mayor parte del mundo no conoce a Cristo: “El número de los que aún no conocen a Cristo ni forman parte de la iglesia aumenta constantemente; más aún, desde el final del Concilio, casi se ha duplicado” (RM, no. 3).
En el mundo se aumenta cada día el número de los que se alejan de Dios, la secularización se ha apoderado de las venas de los bautizados, las familias católicas se han alejado de los valores cristianos, muchos templos han sido vendidos por la falta de feligreses, o han sido convertidos en supermercados. Esa realidad que el mundo vive requiere la evangelización y la nueva evangelización.
Para los que no conocen a Cristo requieren la misión Ad gentes, y los que se han alejado de la fe y de la Iglesia, necesitan la Nueva Evangelización. Toda esa realidad requiere misioneros para que Cristo sea anunciado y conocido como fuente de vida y verdad para el mundo.
Conclusión
Sin consciencia y vida misionera la Iglesia deja de ser Iglesia, la fe no crece ni se multiplica, la humanidad y toda la creación se pierden la Buena Nueva de la liberación integral. El Señor Jesús, el misionero enviado del Padre, sigue llamando y enviando, también hoy, para que todos podamos disfrutar de la salvación. Pongámonos entonces en actitud y dinámica de salida.
* Lawrence Ssimbwa es sacerdote misionero de la Consolata, de Uganda – África, en Buenaventura – Colombia