El Instituto Misiones Consolata y el Pueblo indígena Nasa

Foto Proyecto Nasa. Guardia indígena, organismo ancestral propio, instrumento de resistencia, unidad y autonomía en defensa del territorio y del plan de vida.

Llegados en 1984, los Misioneros de la Consolata se insertan en un territorio, una realidad, un pueblo, una Iglesia, un proyecto y unas comunidades de fe cristiana y espiritualidad indígena.

Salvador Medina*

Territorio

Habla de tierra y espacio para la vida, en donde habita toda una “comunidad de vida” nativa y a donde llegan extraños o extranjeros con diferentes motivaciones y necesidades.

La llegada al Norte del Cauca de los Misioneros de la Consolata aconteció en el 1984, a raíz de la amistad del P. Ezio Roattino, misionero italiano que, en ese año terminaba su servicio como Superior del Instituto Misionero de la Consolata en Colombia y, habiendo sido destinado a trabajar en Londres, aprovechó la primera semana de noviembre para visitar al P. Álvaro Ulcué Chocué, un líder indígena caucano que, además, era el primer sacerdote católico de la comunidad nasa.

Juntos recorrieron el territorio de la Parroquia San Juan Bautista de Toribio celebrando la memoria de los antepasados, en el mes de los difuntos para los católicos.

Álvaro, agradecido con su amigo Ezio, lo trajo el Viernes, 9 de noviembre, de Toribio a Santander de Quilichao. Se despidieron en la oficina de la empresa de buses y Ezio viajó para Bogotá, llegando a la madrugada del Sábado 10. Conociendo la noticia del asesinato de Álvaro, en esa madrugada, inmediatamente se regresó para acompañar el pueblo en Toribio y a la mamá, Doña Soledad, con la familia, allá en Pueblo Nuevo, corregimiento de Caldono, lugar del nacimiento y sepultura de Álvaro.  El 27 de Diciembre se despidió en Toribio y partió rumbo a Londres.

Los Misioneros de la Consolata estaban, por ese tiempo, en un comprometido e intenso proceso de reflexión misionera provocada, especialmente, por la Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana, realizada en Puebla – México, 1979, sobre la “Evangelización en el presente y el futuro de América Latina”. Tomando decisiones relacionadas con algunas opciones misioneras ad gentes. Se reflexionaba que el lugar de la misión ad gentes para el Instituto aparecía calificado por el “otro”: culturalmente diferente, con quien se debería entablar el diálogo intercultural e Inter espiritual que llevara a la inculturación del Evangelio; sociológicamente pobre, con quien se debería luchar para su promoción y liberación integral; geográficamente alejado y excluido, a quien se debería respetar, acompañar, cuidar y empoderar. En el marco nacional los indígenas y afrodescendientes, junto con los jóvenes, reunían esos criterios misioneros.

Foto Proyecto Nasa

Este territorio agrario, recuperado por el pueblo originario, se ha narcotizado y la coca, planta sagrada para el pueblo, ha sido prostituida por habitantes locales y advenedizos carteles comerciales, actores armados que cultivan la violencia y siembran de muerte una tierra de gente noble y buena bañada en lágrimas de dolor y de rabia.  

Pueblo Nasa

Un pueblo que persiste y resiste en medio de las contradicciones, luchando y cantando: “!unidad tierra y cultura queremos recuperar!”, impulsado por la memoria de los antepasados y enfocado en su Proyecto o Plan de Vida.

Foto Proyecto Nasa

Un Proyecto originado en una Asamblea constituida, allá en Toribio, por siete Cabildos e igual número de resguardos indígenas, cundo se delineó y se creó el Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC, el 24 de febrero de 1971, para su implementación. Formulado en 9 puntos: 1. Recuperar las tierras de los Resguardos; 2. Ampliar los Resguardos; 3. Fortalecer los cabildos indígenas; 4. No pagar el terraje; 5. Hacer conocer las leyes sobre indígenas y exigir su justa aplicación; 6. Defender la historia, la lengua y las costumbres indígenas; 7. Formar profesores bilingües para educar de acuerdo con la situación de los indígenas y en sus respectivas lenguas; 8. Impulsar las organizaciones económicas comunitarias; 9. Defender los recursos naturales y proteger el medio ambiente.

Retoma, entonces, procesos truncados o aplazados como los de las luchas campesinas, el de Quintín Lame, la Gaitana y muchos otros lideres asesinados. La resistencia y la lucha que viene de lejos, desde la “tierra adentro” de las montañas, en la cordillera central, bañadas por las aguas del rio Páez, se ha fortalecido con la presencia y acción del P. Álvaro Ulcué y la de los Misioneros de la Consolata.

Álvaro – Nasa Pal

La vida y la obra del Padre Álvaro Ulcué Chocué, leída desde su Proyecto evangelizador, no es solo la de un hijo del pueblo, con sangre de indio Páez, líder indígena asesinado; ni la de “un mediador intercultural en la vida política de Colombia”, como la entiende Joan Manuel Largo Vargas, investigador de la Universidad Nacional; ni solo un profeta como la entiende, en la mejor tradición cristiana, Beltrán y Mejía (1989) “el profeta de los paeces”, es decir un hombre que denunció la mentira y la injusticia y con su obra y palabra anunció el mensaje de Jesús Liberador; ni solo un Nasa Pal Sentipensador, como lo entiende y estudia Leider Harcides Hoyos Burbano, de la universidad del Cauca.

Álvaro unifica e integra todo lo anterior apelativos como discípulo misionero del Señor Jesús. Buscador del Reno de Dios, como Juan el Bautista, patrono y titular de su Parroquia, indica al pueblo el “Cordero de Dios” y trabaja al servicio del reinado del amor, en y desde la Iglesia, para la liberación de su pueblo.

Foto proyecto Nasa: P. Álvaro Ulcué Chocué

“No es un hombre aislado, él representa y es parte de un pueblo: el pueblo Nasa, un pueblo milenario que a lo largo de su historia se ha convertido en un pueblo sentipensador que siente y piensa desde, en, por y con la tierra. Ese sentipensar lo llevó a conformar un Equipo Misionero, junto con las Misioneras Lauritas y jóvenes laicos de sus comunidades, para inculturar el Evangelio en medio de su pueblo mediante el Proyecto Nasa, construido en 1980 con los resguardos de Toribío, Tacueyó y San Francisco. El propósito era recuperar “la conciencia indígena nasa, la identidad y la cultura para promover alternativas específicas en lo cultural, educativo, socio económico, en el desarrollo político y en la conservación del medio ambiental. Está reflejada en él la filosofía de que la tierra es una entidad espiritual viviente, donde el hombre es una parte, y dentro de la cual todo esta interrelacionado.

El plan se sigue, aún hoy, como ley dentro del pueblo y tiene como mandato el desarrollo de “una comunidad nueva, organizada, unida y consciente”, que ofrezca oportunidades educativas y económicas, y preserve la riqueza ambiental que abunda en la región. Los Misioneros de l a Consolata salen pero el pueblo y su Proyecto continúan.

Misioneros de la Consolata

En este proceso popular y eclesial se insertó el Instituto Misionero de la Consolata, animado por el P. Ezio Roattino, amigo personal del P. Álvaro Ulcué Chocué primer sacerdote indígena del territorio, Párroco de Toribio hasta ese entonces.

Misioneros de la Consolata, P. Armando Olaya Párroco, Mauro Riascos, Juan José Oliváres, Rinaldo Cogliati, miembros de la Comunidad Formativa del Teológico internacional de Bogotá y Misioneras de Santa Laura Montoya – Lauritas (1985).

El Instituto Misionero de la Consolata ha buscado, desde el inicio de su presencia en el territorio indígena caucano, implementar algunas estrategas misioneras consideradas expresión de su identidad carismática ad gentes y de consolación liberación.

  1. Entrar y habitar el territorio no de manera parroquial sino misionera: para responder conformó un Equipo Misionero, implicando, al inicio, la Comunidad Formativa del Teológico internacional y la Parroquia de la Consolata en Bogotá, cuyo párroco P. Armando Olaya, miembro de la Comunidad formativa, fue enviado como párroco a Toribio para sustituir al asesinado P. Álvaro. En poco tiempo, el Equipo, amplió la presencia más allá de la Parroquia inicial y, sin despreciar la estructura parroquial de la Iglesia diocesana, asumió las Parroquias – Resguardos de Tacueyó, Jambaló y Caldono, abrazando así a un pueblo y un territorio en lugar de una parroquia y atendiendo todo el territorio con un Equipo y un Proyecto común. Fueron varios los miembros del Equipo, Sacerdotes, Religiosas y Laicos, a lo largo de los más de cuarenta años. A todos la debida gratitud humana y el premio celestial.
  2. Llegar con una comprensión de la misión ad gentes y de consolación, pero sin un plan o proyecto predeterminado, dispuesto a insertarse, conocer, valorizar y potenciar el Proyecto del pueblo: los Cabildos y las comunidades indígenas, por medio del diálogo y la resistencia pacífica, se encontraban coordinadas por el CRIC y el Proyecto Nasa y así iban recuperando autonomía, unidad, cultura y medios de vida sostenibles. La validez e influencia de ese Proyecto o Plan de Vida, con todas sus contradicciones en la aplicación, es notoria en el norte de la región caucana y a nivel nacional.
  3. Presentar el Evangelio como luz, verdad y consuelo liberador en el camino del pueblo, en su doble vertiente carismática de “anuncio y promoción humana”. El anuncio en dialogo con la espiritual del Pueblo Nasa y la promoción humana en apoyo y fortalecimiento de tres categorías integradoras del Proyecto indígena: mejoramiento de las oportunidades educativas y las actividades de generación de ingresos; manejo sostenible de los recursos naturales; y presión política para mejorar los derechos indígenas y la representación en el gobierno local para así contrarrestar los efectos del conflicto armado en tierras indígenas.

Nuevas realidades institucionales y comprensiones misioneras fueron generando la atmósfera de necesidad de un cambio de lugar al interior de los Misioneros de la Consolata. Los discernimientos comunitarios se orientaron por la salida del Norte del Cauca y esta se fue concretizando paulatinamente hasta llegar al 26 de enero de este año 2025, cuando en solemne celebración eucarística se intercambiaron gratitudes y el Instituto Misionero de la Consolata salió del territorio indígena nasa, entregando oficialmente la Parroquia de Toribio a la Arquidiócesis de Popayán y despidiéndose de Pueblo.

Resta para los Misioneros de la Consolata una acuciosa reflexión misionera, ojalá colectiva, de este rico y novedoso proceso para sacar lecciones de misionariedad al servicio de la propia institución, de la Iglesia local y universal.

*Salvador Medina, misionero de la Consolata en Colombia