El corazón de Jesús

Gera Juarez

Desde nuestra realidad amante y sufriente, contemplamos el corazón humano de Jesús de Nazaret que nos revela el amor divino por toda la “comunidad de la vida”. Él mismo, por amor, entregó su vida para salvar la vida y, algunos humanos, inhumanos, le traspasaron el costado con una lanza, rompiendo el pericardio. Por eso brotó la sangre mezclada con agua, expresión de su donación total: Cuerpo, Sangre hasta su última gota de agua.

Salvador Medina*

Desde niño, en mi casa, conocí al corazón de Jesús. Estaba pintado en un cuadro, colgado en la pared, que mamá conservaba de su familia: un rostro de Jesús y su corazón expuesto en su pecho. Más adelante entendí, después de muchas veces haber repetido: “Sagrado corazón de Jesús, en vos confió” y/o “Señor Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al vuestro” (Cfr. Mateo 11,29), que no se trataba de dos personas distintas, Jesús y el Corazón de Jesús, sino de Persona de Jesús, dejando ver su corazón.

Devoción al Corazón de Jesús

No me voy a detener aquí en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que, no solamente es muy extendida, rica y variada, sino que cuenta con una larga evolución y reflexión teológico pastoral, liderada especialmente por la Compañía de Jesús y promovida por algunos sumos pontífices.

Si quiero, sin embargo, mencionar al menos, el particular caso de mi patria, Colombia, consagrada al Corazón de Jesús el 18 de mayo de 1902, poco después de finalizada la llamada Guerra de los mil días, mediante el Decreto 802 y la autorización para construir un Templo conmemorativo, en el sector de Los Mártires, pleno corazón de la ciudad capital, por sugerencia del arzobispo Bernardo Herrera Restrepo, como gesto de reconciliación y paz entre liberales y conservadores. Iniciado el 22 de junio de ese mismo año, el templo fue terminado en 1916 y declarado monumento nacional en 1975.

Resulta interesante resaltar que dicha devoción nacional, conmemorada con la titularidad de parroquias, templos, obras e instituciones, colocadas bajo su especial protección y dedicadas a su veneración y hora, fue celebrada durante 92 años con solemne fiesta anual, el 28 de junio, feriado nacional. Esto sucedía ininterrumpidamente, hasta cuando una demanda obligó al Estado, en 1994, a declarar inconstitucional esta consagración anual, hasta entonces a cargo el Presidente de la República, después que la Constituyente de 1991 declarara la libertad de cultos e igualdad en el país. Esto, sin embargo, no nos impide seguir inspirándonos y encomendándonos al Sagrado Corazón de Jesús.

Foto: Rita Laura
El corazón en un organismo vivo

Aunque no haga alarde de su importancia ni se exponga al público para que lo admiren y aplaudan, el corazón trabaja escondido y sin parar. Desempeña una función vital en y para el organismo: abastece de sangre a cada uno de los órganos del cuerpo, haciendo posible que todos los elementos nutritivos que el cuerpo necesita circulen por las arterias. Luego, en su recorrido de regreso, la sangre se limpia de impurezas y del anhídrido carbónico, pues el oxígeno la purifica cuando pasa por las arterias pulmonares, para que haga un nuevo recorrido, impulsada siempre por el corazón, manteniendo el organismo vivo.

Entendemos entonces que, un coágulo que bloquee el paso de la sangre, una ruptura de una arteria que provoque una hemorragia que ahogue el corazón, o un segmento de la arteria coronaria obstruido por placas de colesterol, pueden causar trastornos graves, la mayoría de ellos fatales.

El corazón de Jesús en la sociedad

En los evangelios Jesús se presenta como manso y humilde de corazón e invita a todos los cansados y oprimidos, aquellos miembros del organismo social que no les llega, con fluidez, la sangre vital, a venir a él para que encuentren en él alivio y descanso (Mt 11,28-30).

El corazón humano y divino del Emmanuel, Dios con nosotros, se expresa, en un proceso sanador y liberador, inicialmente como compasión (griego splanjnídsomai = “conmovérsele a uno las entrañas”). Un rasgo profundamente humano de Jesús relacionado en la mentalidad hebrea, con el corazón, como el lugar de donde proceden los sentimientos. Él se conmueve al ver el leproso (Mc 1,41), la muchedumbre “cansada y decaída, como ovejas sin pastor” (Mt 9,36), las gentes hambrientas (Mt 14,14/Mc 6,34; Mt 15,32/Mc 8,2), la viuda de Naín (Lc 7,13) y el ciego de Jericó (Mt 20,34), etc.

En todos los casos, la compasión suscita un movimiento hacia acciones de misericordia, como sucede con el buen samaritano y el padre misericordioso: el primero referido a Jesús y el segundo al Padre maternal (Lc 10,33; 15,20).

Ese proceso vivido por Jesús desde su Corazón compasivo, en su misión de enviado desde el Padre misericordioso, es guiado por el Espíritu consolador: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19); pasa por la misericordia y concluye en la recíproca consolación, de quien consuela y de quien es consolado, por eso él mismo concluye: “Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11,25). Él sabe que su corazón es el corazón de los tres, es el corazón de Dios.

*Salvador Medina es misionero de la Consolata en Colombia