Colombia: Educación comunitaria desde la cultura

El pueblo indígena Nasa o Páez, del Norte del Cauca – Colombia, implementa un proceso educativo para recuperar y afianzar la unidad, la lengua y la cultura, a través de la palabra intercambiada, rituales, comidas, al ritmo de los tambores, las flautas y la danza.

Julián Hernández Mejía*

Con el sonido de las flautas y el tambor se va tejiendo con alegría, entusiasmo y acompañados con los espíritus de la Madre Tierra un proceso educativo que afiance la identidad y cultura milenaria de los nasas; desde hace tres años se empieza a realizar el ritual del Saakhelu (poste de madera para el ofrecimiento de la carne al cóndor) pedagógico para niñas, niños y jóvenes estudiantes del territorio Uswal Çxhab (resguardo de Caldono), las veintitrés sedes educativas congregan sus delegaciones para sentir y vivir con los espíritus la relación fraterna con la naturaleza.

En este año, 2022, le correspondió la sede al Centro rural Chindaco. Tres días de vivencia espiritual, en donde se danzó, se compartió, se trabajo y se celebraron el fortalecimiento de las semillas.

Una vivencia colectiva

De manera rápida comparto lo que se realizó en estos tres días, aunque la preparatoria para la comunidad que organizó, comienza varios meses atrás, desde que se asume el ritual. Empiezo con el primer día: nos dirigimos danzando mientras las flautas  sonoras entonan sus músicas que alegran a todos. Se ofrece y brinda a los espíritus de la naturaleza, se pide permiso para cortar el palo en donde se colocará la ofrenda. Los sabedores espirituales, después de varias noches de cateo, llegan con la comunidad donde se hará el corte del árbol.

Como dinámica pedagógica se hizo un semillero de varios árboles nativos para ser sembrados por los estudiantes en el espacio donde se corto el palo que fue sacado por la comunidad.

Llevado al sitio en donde se realiza el ritual, con el sonar de las flautas y tambores, la alegría de todas y todos los participantes, cargan animados el palo fortalecidos con la chicha y el guarapo. Después de llegar con el palo se comparte el mote. En la tarde se siembra el palo y se danza para agradecer.

Muy temprano en el segundo día, se sacrifica el ganado que se va a ofrendar. Se escoge, en cateo, al joven que va a colocar la ofrenda. Se colocan los símbolos del sol y la luna. Se recogen las diferentes semillas que la comunidad ha traído para que reciban la fuerza de los espíritus, luego son repartidas en danza alrededor del Saakhelu a todos los que participan del ritual. 

Se realiza la danza de la picada de la carne, donde se hacen las albóndigas que se repartirán al otro día; a la comunidad se comparte la comida de la mazamorra de mejicano.

Contentos y con mucha fuerza espiritual desde muy  temprano con el cantar de la flauta y los tambores, el tercer día el joven que ha subido la ofrenda proceda a bajarla, ésta se reparte a la comunidad que colaboró con los preparativos del ritual y a la comunidad que va a recibir los símbolos y la misión de realizar el ritual el próximo año.

Se ejecuta la danza del sol y la luna, en donde las mujeres cargan el símbolo de la luna y los hombres cargan el símbolo del sol, danzando por caminos diferentes se encuentran en el palo del Saakhelu.

Allí los padrinos encargados de asumir la celebración del ritual reciben los símbolos y danzan alegres por este compartir. En este día se comparte el almuerzo con mote, fríjol, yuca, papa, albóndiga.

*Julián Hernández Mejía, dinamizador educativo, casco urbano de Caldono