El chamán y portavoz del pueblo yanomami, ha dejado su gran casa colectiva en la Amazonia brasileña para una importante misión: llevar el grito de los pueblos de la selva a los habitantes de la “selva de piedra”. “El hombre blanco -del mercado- no nos escucha. Tenemos que lanzar palabras como una flecha para tocar el corazón de la sociedad no indígena”, dice Kopenawa, sabiendo muy bien que, quienes mandan en el mundo no escuchan a nadie.
Por Jaime C. Patias *
Durante su visita a Italia, el miércoles 10 de abril en Roma, el líder yanomami conocido internacionalmente por su compromiso con la protección de la Amazonia se reunió en privado con el Papa Francisco, un importante aliado. “Le pedí al Papa que ayudara al presidente Lula a sacar a todos los invasores, mineros y explotadores de las tierras indígenas”, dijo Davi a los periodistas, revelando que en 2020 había escrito una carta a Francisco y que llevaba mucho tiempo queriendo hablar con él.
En este encuentro -que tuvo lugar gracias a la colaboración del vaticanista Raffaele Luise- Kopenawa estuvo acompañado por el hermano Carlo Zacquini, misionero de la Consolata en Roraima, su amigo y mano derecha desde hace 50 años, responsable, junto con la fotógrafa y activista Claudia Andujar, de la campaña, en 1979, por el reconocimiento del territorio yanomami que ocurrió en 1992.
David ya ha demostrado en varias ocasiones su profundo conocimiento de las amenazas al Planeta: proteger la selva y a sus habitantes es fundamental para garantizar la existencia de nuestra Casa Común. Entre las mayores amenazas a los territorios indígenas, Kopenawa enumera la contaminación del agua por el uso criminal del mercurio (para separar el oro del resto) por parte de los “garimpeiros” – mineros del oro; la invasión de los ganaderos con el apoyo de los gobiernos de todo el mundo que compran carne, así como la expansión del cultivo de soja bajo la presión de China, que demanda cada vez más cereales. “La selva arde, la tierra se agota, los pájaros, los animales, los peces mueren y nuestra gente enferma. Sin hablar de la violencia contra las comunidades indígenas. Puede ser que aquí ustedes estén protegidos de eso, pero hay otras enfermedades”, advierte el chamán.
El líder chamán yanomami ya ha escrito dos libros en colaboración con el antropólogo francés, Bruce Albert: “La caída del cielo” (2015) y “El espíritu de la selva” (2023). Los autores presentan una visión de los pueblos indígenas y de la protección del ambiente. Las prácticas y el modo de vida cotidiano del pueblo Yanomami están en perfecto equilibrio con todas las formas de vida visibles y no visibles.
Davi Kopenawa es presidente de la Asociación Yanomami Hutukara y cree que el nuevo Ministerio de Pueblos Indígenas y la Fundación Nacional de los Indígenas (FUNAI), ambos dirigidos por primera vez por dos mujeres indígenas, Sonia Guajajara y Joênia Wapichana, “necesitan recursos para proteger al pueblo Yanomami, construir puestos de vigilancia, demarcar y reconocer otras tierras indígenas”. En los últimos años, especialmente bajo la presidencia de Jair Bolsonaro, se han recortado los recursos, haciendo inviable el trabajo.
El pueblo Yanomami cuenta con unos 42.000 habitantes, entre Brasil y Venezuela. Se calcula que en 2023 había más de 20.000 “garimpeiros” – mineros en sus tierras. Entran ilegalmente en la selva, cortan árboles, cavan enormes hoyos, utilizan bombas de agua y envenenan los ríos, además de utilizar la violencia contra las comunidades.
A principios de 2024, se difundieron fotos que mostraban a niños yanomami desnutridos, igual o incluso peor que en 2023. Poco más de un año después de la acción de las fuerzas federales brasileñas, la tierra Yanomami sigue enfrentando la crisis de la minería ilegal, el hambre y la salud precaria. “A menudo les pedimos que saquen a los invasores de nuestra tierra, que impidan la deforestación y la contaminación de los ríos, pero no nos escuchan porque no son nuestros ‘parientes’ (indígenas como nosotros). Tenemos pocos amigos. Los políticos sólo escuchan la voz del dinero, del mercado. El Papa Francisco es diferente. Es hijo de Dios y no puede mentir. Como líder, no puede prometer y no hacer”, dice Davi con confianza.
En la misión por proteger el Planeta, Davi Kopenawa y el Papa Francisco están muy en sintonía. Recordando que el Pontífice, en su encíclica Laudato sì de 2015, dijo: “La múltiple destrucción de la vida humana y ambiental, las enfermedades y la contaminación de ríos y tierras, la tala y quema de árboles, la pérdida masiva de biodiversidad, la desaparición de especies, constituyen una realidad flagrante que llama a todos a la responsabilidad. La violencia, el caos y la corrupción campan a sus anchas. El territorio se ha convertido en un lugar de confrontación y exterminio de pueblos, culturas y generaciones” (LS 23). La preocupación de Francisco por el cuidado de la Creación también ha sido demostrado con la organización del Sínodo para la Amazonia en 2019 y en diversos discursos y documentos.
El líder yanomani valora los esfuerzos de Francisco, pero señala que “mucha gente está en contra de la protección del medio ambiente porque las grandes empresas no quieren oír lo que dice sobre la selva amazónica, que está en peligro. Lo que buscan es riqueza. Yo soy a favor del medio ambiente, yo mismo soy el ambiente. Si no fuera por los pueblos indígenas, la selva habría desaparecido. Nosotros cuidamos de los pulmones del Planeta. Pero eso no interesa a los políticos, los “fazendeiros” y a los mineros del oro. Y el Ejército los apoya. Dicen que la Tierra Indígena Yanomami (TIY) es demasiado grande para unos pocos indígenas, pero no se dan cuenta de que protegemos todo el Planeta”.
El TIY cubre un área de más de 9 millones de hectáreas en el norte de Brasil. En esta región, los ríos son valiosos canales de comunicación que unen a las distintas comunidades. Fue remando río arriba como los misioneros italianos de la Consolata, Giovanni Calleri y Bindo Meldolesi fundaron la Misión de Catrimani en 1965, a 250 kilómetros de Boa Vista, la capital de Roraima. A lo largo de los años, la convivencia de los yanomami con los misioneros ha contribuido para consolidar un modelo de misión basado en el respeto y el diálogo, en defensa de la vida, la cultura, el territorio y la selva. Actualmente, tres misioneros y cuatro misioneras de la Consolata trabajan en la Misión de Catrimani. Mientras tanto, desde Boa Vista, a los 87 años, el Hermano Carlo Zacquini sigue apoyando incansablemente la causa de Davi Kopenawa, de los Yanomami y de la Amazonia.
* Padre Jaime C. Patias, IMC, Secretariado General de Comunicación.