“Quiten las manos de la República Democrática del Congo”. “No más guerras por los minerales”. “Más de 12 millones de muertos”. “No más silencio”. Estos fueron algunos de los gritos de la comunidad congoleña en las calles de Roma este domingo, 10 de marzo. Se denunciaron las atrocidades de la guerra y se proclamó la necesidad de la paz en este país centro africano, rico en recursos minerales, oro, diamantes e hidrocarburos.
Por Jaime C. Patias *
Lo que está ocurriendo en el Congo es grave y el mundo no habla de ello, porque los medios de comunicación están bajo la responsabilidad de dirigentes que quizá también tienen las manos en pasta en el Congo. Por eso el Papa lo ha dicho muy bien: «alejen sus manos de la República Democrática del Congo». Lo explicó claramente el padre Roger Balowe Tshimanga, capellán de la comunidad congoleña en Roma, cuando recibió a los participantes en la manifestación en la iglesia de la Natividad, en la plaza Pasquino. «Hoy la guerra en el Congo es más grave que la Guerra Mundial, pero lo más sorprendente es que nadie habla de ella. Así que los congoleños debemos defender nuestro país. Si el mundo no habla, debemos hablar nosotros y eso es lo que hacemos hoy», añadió mientras a las nueve de la mañana sonaba la campana que avisaba el comienzo de la misa tal como estaba previsto.
Oración por la paz
Animada según el estilo alegre de los congoleños, la celebración eucarística estuvo presidida por el obispo auxiliar de Roma, Mons. Ricardo Lama, recientemente nombrado arzobispo de Udine. Los cantos, oraciones y reflexiones recordaron a las víctimas de la violencia y lanzaron un enérgico llamado al cese de las hostilidades y a la paz en la República Democrática del Congo. Más de 200 personas, algunas procedentes de otras partes de Italia, se dieron cita en el acto; había muchos sacerdotes, religiosos y religiosas, pero también grupos y asociaciones comprometidos con la misma causa.
«La presencia del obispo representa a Pedro y, por tanto, la cercanía del Santo Padre a todas las personas de buena voluntad. El Papa Francisco ama al pueblo congoleño», aseguró monseñor Ricardo Lama al inicio de su homilía en el IV Domingo de Cuaresma, conocido como “Laetare”, que invita a la alegría. «Esta alegría –continuó el obispo– no es un sentimiento pasajero o un éxito momentáneo; nos indica que siempre nos precede el amor de Dios, que ama a todos y siempre». Y refiriéndose a los sufrimientos de la humanidad y del pueblo congoleño, Mons. Ricardo reiteró: «Este amor se demuestra a través de la persona de Jesucristo, que experimentó el sufrimiento, tuvo que pasar por la pasión y la muerte». Esto significa que «el amor de Dios en Jesús va más allá de todo sufrimiento, dolor y muerte en la cruz; esa debe ser también la esperanza del pueblo y la comunidad congoleña».
En este sentido, las imágenes de los dos primeros mártires congoleños, la Beata Hermana Anuarite Nengapeta y el Beato Isidoro Bakanja, expuestas ante el altar en donde se celebró la misa, se convierten en testigos de la fe en Jesucristo, el gran Mártir, y por tanto en testigos de un amor que se hace más fuerte que la muerte.
A la celebración asistieron también el Embajador de Haití ante la Santa Sede, Jean Jude Piquant, y el Embajador de la República Democrática del Congo, Rigobert Itoua, quienes –subrayando la importancia del acontecimiento– celebraron esta «jornada por la paz y el fin de las atrocidades en contra nuestros pueblos». Las Naciones Unidas también están observando una escalada de la violencia, especialmente en la zona de la provincia de Kivu Norte, en la ciudad de Gomo, que alberga actualmente a dos millones y medio de desplazados internos. El conflicto regional tiene lugar en el este de la República Democrática del Congo y lleva meses intensificándose. El origen del problema siempre es la disputa por el control del rico territorio, especialmente en las fronteras con Burundi, Ruanda y Uganda. Casi sin aparecer, las grandes potencias se mueven: Estados Unidos, Francia y China.
Una marcha por las calles de Roma pide la paz
Tras la misa, la comunidad salió a las calles de Roma, desde la plaza Pasquino hasta la Plaza de San Pedro. Por el camino, los transeúntes y peregrinos pudieron leer carteles y pancartas con el motivo de la manifestación. Nasibu Barth, estudiante de filosofía política en la Universidad Lateranense y responsable del coro Bondeko (hermandad) que anima el rito católico zaireño en la Iglesia de la Natividad, fue uno de los organizadores de la marcha. Armado con un megáfono, el joven anunció consignas intercaladas con cantos e informaciones sobre la situación en el Congo, que fueron repetidas por todos. “No más silencio”. “Liberen la tierra congoleña de sucios intereses”. “No más guerra por los minerales”. “Más de 12 millones de muertos”… así se abrió paso la marcha pacífica a lo largo del recorrido definido por la policía romana.
En el Angelus, el saludo de Francisco
Nada más pasar la Via della Conciliazione a las 11.30, el grupo se unió a los peregrinos en la Plaza de San Pedro para el rezo del Ángelus con el Papa Francisco. El ambiente a su alrededor había cambiado. Los congoleños ya no estaban solos, sino que allí, en el centro de la cristiandad, –rodeados por las columnas de Bernini, diseñadas para abrazar a los visitantes como si fueran los “brazos maternales de la Madre Iglesia”– pudieron unir sus voces a las de toda la humanidad, para cantar y rezar por la paz.
Además de recordar los fieles musulmanes que están a punto de comenzar el Ramadán, el Santo Padre recordó también las guerras en el mundo y la grave crisis de Haití, un país que lleva años sufriendo con decenas de muertos y más de 15 mil personas obligadas a abandonar sus casas por los ataques de las bandas criminales.
Después llegó el saludo que todos esperaban: «saludo con afecto a la comunidad católica de la República Democrática del Congo en Roma; recemos por la paz en ese país africano, así como en la asolada Ucrania y en Tierra Santa, para que cesen cuanto antes las hostilidades que causan inmensos sufrimientos entre la población civil».
Romper el silencio
Junto a otras mujeres, Bumi Muluwa Rose, del Instituto Secular Dominicano en el Congo, ayudó a llevar una pancarta en la que se leía: «Alto a la guerra y al genocidio en el Congo».
«He venido aquí para decirle algo a todos los que utilizan teléfonos móviles y satélites ‹manchados de sangre’: Basta ya! Estamos hartos de morir!» exclama Rose, y continúa: “Vosotros, los misioneros, también habéis hecho mucho por el Congo, pero ahora tenéis que luchar con nosotros” -mencionando también la figura del embajador de Italia en la RDC (Luca Attanasio), asesinado en 2021-, “mientras la comunidad internacional permanece en silencio, no quiere hablar». Preguntada por cómo había recibido el saludo del Papa, Rose dijo: «Francisco siempre está con nosotros, está a favor de todos y ya ha luchado por nosotros antes».
El grito de la comunidad congoleña en Roma se une a los muchos gritos que piden el fin de las atrocidades y los conflictos en todo el mundo, como los de Cabo Delgado en Mozambique, Etiopía, Sudán, Sudán del Sur, Tierra Santa y Ucrania… es hora de romper el silencio de los países más poderosos que favorecen la perpetuación de conflictos que causan la muerte de millones de inocentes, especialmente mujeres y niños.
* Padre Jaime C. Patias, IMC, Comunicaciones Generales, Roma.