En un mundo donde hay quien piensa que todo se compra y se vende, la Iglesia latinoamericana y caribeña, a través de la Red CLAMOR, ha lanzado la Campaña Continental contra la Trata de Personas 2021, que tiene como lema “La Vida no es una mercancía, se trata de personas”.
Por Luis Miguel Modino – Prensa Celam
En el marco de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas 2021, que coincide con la fiesta de Santa Bakhita, con el lema “Economía sin trata de personas”, el lanzamiento se ha llevado a cabo en una vigilia de oración en la que se ha recordado que Jesús nos invita a cambiar todas las formas de mercantilización de la vida por la vida en abundancia que Él nos promete.
La vida humana convertida en un objeto al que se le pone precio
La campaña pretende, en palabras de Elvy Monzant, “denunciar cuando la vida humana es convertida en un objeto al que se le pone precio y se ofrece en el mercado”. La oración “al Dios de la Vida, al Dios de la esperanza, para que sea Él quien nos acompañe, quien nos anime en esta tarea de defender la vida, especialmente la vida frágil, la vida amenazada”, es la mejor forma de empezar esta campaña, en palabras del Secretario Ejecutivo de la Red CLAMOR. Estamos ante un tiempo “para animar a la Iglesia a comprometerse con este flagelo tan grave como es la trata de personas”.
En la celebración de apertura participaba el Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM, que definía la trata de personas como “una realidad criminal que nos avergüenza como seres humanos, dado que considera al ‘otro’ como objeto transferible y vendible según la ley de la oferta y la demanda”. Para monseñor Jorge Eduardo Lozano estamos ante “un drama muy serio que nos muestra la bajeza en que se consigue caer”. El arzobispo de San Juan de Cuyo recordaba las dificultades que enfrentan en su recuperación las víctimas que logran ser liberadas de estas redes, definiendo la campaña y a la Red CLAMOR como muestra del “rostro de una Iglesia samaritana que se acerca con corazón de mamá y se inclina ante el sufrimiento enorme que no encuentra consuelo”.
Denunciar la impunidad y la corrupción
En este lanzamiento de la campaña que nos recuerda que “La vida no es una mercancía, se trata de personas”, la hermana Liliana Franco señalaba que “hacemos nuestra esta lucha por la dignidad y los derechos de las víctimas de trata”. La presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos – CLAR, insistía en la urgencia de “humanizar las relaciones, purificarlas de todo matiz de utilitarismo y de violencia”. Ella veía la vigilia como momento de unirnos por y con las víctimas, de orar “convencidos de que no puede existir impunidad, pidiendo que se rompan los silencios cómplices, que se fortalezcan las redes”. Ella también pedía “osadía para denunciar las estructuras que oprimen, que utilizan y que comercializan al ser humano”, agradeciendo por ser red, donde está la fuerza.
“Aunque nos parezca que somos muchas instituciones y personas de Iglesia sensibles a esta peste contemporánea, a este cáncer de la humanidad”, en palabras de Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, “hay mucha gente buena, dentro y fuera de la Iglesia, que ignora esta terrible realidad, o que simplemente se encoge de hombros”. Para el presidente de la Red CLAMOR, la esclavitud sigue existiendo y por eso esta campaña “debe alcanzar a todas las personas para crear conciencia de la realidad actual del tráfico de personas, esto no ha terminado en realidad, este ha sido un negocio ininterrumpido” agravado en un mundo globalizado. El arzobispo del Yucatán denunciaba que “la trata no podría suceder si de por medio no existiera la corrupción de autoridades y de criminales de cuello blanco, que se enriquecen a costa del sufrimiento y muerte de miles y millones de hermanas y hermanos”.
Todo se mide por el poder y el tener, pero no para compartir
Mons. José Luis Azuaje definía la vigilia como “un momento de esperanza, porque toda oración se abre a la esperanza”. El presidente de Caritas América Latina y el Caribe afirmaba en la sociedad actual “todo se mide por el poder y el tener, pero no para compartir, sino para excluir y violentar, de forma que se pueda dominar cada día más a las personas, a las sociedades, a los pueblos”. Al hablar de la pandemia, el presidente del episcopado venezolano, afirmaba que “ha hecho volvernos más solidarios, que la humanidad sea más incluyente, que acepte las diferencias, que lo humano sea lo principal”.
El prelado recordaba que la nueva normalidad propuesta por el Papa Francisco, que define la trata de personas como una herida en el cuerpo de la humanidad contemporánea, consiste en “mirar y sentir a la otra persona como un hermano, una hermana, o nos salvamos juntos o no lo hacemos”. Él pedía que como Iglesia sigamos “haciendo esfuerzos no solo para la denuncia, sino también para propuestas de enfoques donde se vean reflejados múltiples organismos”. Al mismo tiempo llamaba “a que siga despertando en cada uno de nosotros ese entusiasmo esperanzador a que acabe ya el flagelo”, llamando a servir a Jesucristo en el que sufre.
Instaurar una verdadera Economía de Comunión y de Participación de Bienes
La vigilia ha sido un momento de denuncia del modelo de desarrollo neoliberal y capitalista, una de las principales causas de la trata de personas, que prioriza el beneficio económico por encima de los derechos humanos, crea una cultura de la mercantilización y de la violencia. Eso nos debe llevar, como insiste el Papa Francisco, a instaurar una verdadera Economía de Comunión y de Participación de Bienes, un cuidado de los derechos humanos por encima de intereses mezquinos y desprovistos de valores humanitarios, que acabe con la especulación vergonzante sobre la esclavitud. Los cristianos somos llamados a buscar la superación de la desigualdad, de la discriminación, de una economía que mata.
Ser imagen del buen samaritano
A partir del texto del buen samaritano, la vigilia ha sido momento para descubrir el llamado a ser constructores de un nuevo vínculo social, partiendo de la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano, rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que hacen propia la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de la exclusión. Es necesario denunciar el modelo económico injusto, cruel, neoliberal y capitalista que beneficia a unos pocos a costa de la exclusión de quienes son descartados.
Es necesario cambiar, asumir compromisos si la familia humana desea acabar con la trata de personas, evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres. Es esencial proteger la dignidad de la persona humana, favorecer el desarrollo humano integral, algo en lo que se empeña la Iglesia con la denuncia de la mercantilización y explotación de las personas, que son el resultado de la “cultura del descarte” que el Santo padre condena repetidamente y vincula con el “dios dinero”.
Intercesión de Santa Bakhita
Los participantes han pedido la intercesión de Santa Josefina Bakhita, asumiendo un compromiso sostenido para que ningún ser humano sea víctima de la trata de personas, a causa de la exclusión social y económica, lo que es un gran desafío que debe empezar en casa, por nosotros mismos. Eso debe llevar a acabar con la cultura del “descarte” y promover una economía del encuentro, animada por los valores de una verdadera comunión universal. A ella han sido confiados todos los que yacen al borde del camino.
Estamos ante una campaña que quiere ser una invitación a seguir creando conciencia y compromiso que propicie la dignidad y los derechos humanos de las víctimas de la trata de personas. Es tiempo de exigir a los gobiernos actitudes y políticas públicas que promuevan la integridad y los derechos humanos de todas las personas que son víctimas de este delito. Eso sólo será posible trabajando juntos, en colaboración y solidaridad, tejiendo una red apasionada por la vida. Ya es hora de llevar a cabo acciones proféticas en favor de la Dignidad Humana, en consonancia con la llamada del Papa Francisco de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes, refugiados y desplazados para evitar que caigan en manos de los traficantes.
Fuente: Prensa Celam