Actitudes Misioneras según el beato José Allamano (2)

Póster creado por el P. Carlos Alberto Zuluaga (CAZ), misionero de la Consolata

El Fundador de los Misioneros y Misionas de la Consolata, José Allamano, propuso algunas actitudes válidas para sus discípulos y todos los misioneros en todas las latitudes.

P. Ssimbwa Lawrence IMC *

(Actitudes Misioneras según el beato José Allamano – parte 1)

Espíritu familiar

El espíritu de familia es una característica peculiar de los misioneros y las misioneras de la Consolata. Los misioneros están llamados a amarse como hermanos y hermanas.

Acerca de esto explica el beato José Allamano: Recuerden que el Instituto no es un colegio, tampoco un seminario, sino una familia. Son todos hermanos; deben vivir juntos, prepararse juntos, para luego trabajar juntos durante toda la vida. En el Instituto debemos ser una cosa sola hasta dar la vida los unos por los otros” (Así los quiero, p. 192). El espíritu de familia es el testimonio de la caridad del misionero que se manifiesta en estos aspectos: Alegrarse por las alegrías de los demás, sufrir con el que sufre, corregir los propios defectos por amor al prójimo y soportar los de los demás, y perdonar las ofensas.

El espíritu de familia es la convivencia diaria del misionero de la Consolata. La recomendación que José Allamano solía repetirle a sus misioneros frecuentemente: “Quiero que vivan la caridad intensamente. No podrán amar al prójimo lejano si desde ahora no tienen caridad hacia aquellos con los que tratan todos los días. Si no basan sus vidas en la caridad fraterna, en ciertas circunstancias no sabrán superar dificultades, y se sentirán la tentación de pedir ser cambiados de casa, o de que cambien a tal hermano o hermana de la comunidad” (Así los quiero, p.186).

Espíritu de sacrificio

El espíritu de sacrificio debe siempre caracterizar a los misioneros y misioneras de la Consolata. El sacrificio de los misioneros se inspira en la cruz de Jesucristo, pues Él es el prototipo de cualquier sacrificio. No hay vida misionera sin la cruz y el espíritu de sacrificio. Lo reitera el beato José Allamano: “Es necesario que todos nos persuadamos de la necesidad del sacrificio para ser verdaderos discípulos de nuestro Señor. No olviden nunca que son apóstoles y que las almas se salvan con el sacrificio. En la vida apostólica hay muchas rosas, pero también tantas espinas, tanto físicas como espirituales. Algunos se imaginan el ideal misionero como algo muy poético, olvidando que las almas no se salvan sino con la cruz y desde la cruz, como lo hizo Jesús” (Así los quiero, p. 195). El espíritu de sacrificio debe acompañarse con la mortificación, pues los misioneros sin el espíritu de mortificación no pueden hacer mucho. Es necesaria la mortificación externa e interna para todos los anunciadores del Evangelio.

 Paciencia, humildad y mansedumbre.

La paciencia, la humildad y la mansedumbre son actitudes indispensables para la vida misionera. La paciencia es una virtud que se debe practicar en cada momento. Esta virtud es sumamente importante porque “la mayor o menor paciencia en el misionero y en la misionera incide mucho sobre la conversión de las personas. Sin paciencia, no hay paz ni en el corazón, ni en la comunidad, ni en el mundo” (Así los quiero, p. 199). La humildad es otra actitud que cualquier misionero debe abrazar. Jesucristo es el ejemplo de la humildad que debemos imitar. La humildad es la manifestación de la fe en el Señor. La falta de esta virtud es sinónima a la incredulidad. Afirma el beato José Allamano al respecto: “¿Cómo puede un soberbio someter el propio intelecto y la razón a la autoridad de la Iglesia? El que es soberbio no cree. En efecto, ¿cómo podrá abandonarse en Dios quien sólo confía en sí mismo? El soberbio se ama asimismo no al Señor” (Así los quiero, p. 204). Asi que, la humildad es muy necesaria en el ministerio de los misioneros, puesto que es un servicio y para ser buenos siervos se necesita la virtud de la humildad, tal como Jesucristo nos invita a hacerlo (Lc 22, 26).

También la mansedumbre es muy necesaria para el servicio misioneros. Es una virtud muy relacionada con la paciencia y la humildad. La mansedumbre no es una opción, sino un mandato evangélico.  Es una virtud moral necesaria en las relaciones con los demás y en vistas del bien que queremos brindarles. Es el control sobre sí mismo, es el cómo reaccionamos ante lo que nos violenta o nos irrita. La mansedumbre es la virtud de los pacíficos, que son valientes sin violencia, que son fuertes sin ser duros. Es una virtud absolutamente necesaria en la vida diaria de los misioneros. Lo dice el beato José Allamano: “cuando estén en las misiones la mansedumbre tendrá para ustedes una importancia extraordinaria. (…) La experiencia demuestra que los misioneros y las misioneras cuanto más manso son, más bien hacen. No olviden nunca cuánta importancia le doy a esta virtud” (Así los quiero, p. 178).

Conclusión

El beato José Allamano fue un misionero extraordinario de Jesucristo. Es el Padre y Maestro de misioneros y misioneras de la Consolata. Es un inspirador perenne en cuanto la misión Ad gentes, carisma que caracteriza a los dos institutos misioneros fundados por él. Por eso, las actitudes misioneras propuestas por él ayudan a cualquier misionero a realizar la obra evangelizadora con éxito y entusiasmo.   

* P. Ssimbwa Lawrence es misionero de la Consolata, de Uganda – Africa, en Colombia