En Roma para la visita ad Limina Apostolorum, la primera en la que participó junto con los obispos de Maranhão (Brasil), Mons. Elio Rama, obispo de Pinheiro, estuvo en la Casa General IMC y compartió sobre su trabajo, la realidad de su diócesis y la misión de la Iglesia ante los desafíos actuales.
Por Gianantonio Sozzi y Jaime C. Patias *
Nacido en Tucunduva (RS) el 28 de octubre de 1953 y ordenado sacerdote el 10 de noviembre de 1984, Padre Elio Rama trabajó durante 18 años en las misiones de Mozambique. De regreso a Brasil, fue formador en el Seminario Teológico Internacional IMC de São Paulo, desde 2002 hasta 2008, y luego párroco y superior regional antes de ser nombrado obispo de la diócesis de Pinheiro en 2012. También es presidente de la “Pastoral de la Infancia” en la conferencia Episcopal de Brasil. Publicamos los principales temas tratados en la entrevista.
La diócesis de Pinheiro
Creada en 1979, la diócesis de Pinheiro, de la que soy obispo, está situada en el estado de Maranhão, en el noreste de Brasil, parcialmente delimitada por la inmensa región amazónica y el océano Atlántico, a 340 kilómetros de São Luís. Pastoralmente trabajamos con más de 20 parroquias y un gran número de comunidades cristianas a las que intentamos acompañar con todas las fuerzas que tenemos. Tenemos más de 40 sacerdotes, 25 religiosas, 5 diáconos permanentes y muchos laicos comprometidos.
Es una Iglesia que se está consolidando poco a poco. También tenemos algunos seminaristas que nos dan esperanza para el futuro, además de la gran colaboración de catequistas, líderes de comunidades y personas involucradas en las diferentes dimensiones de la vida de la Iglesia. Nuestra diócesis, como buena parte de la Iglesia brasileña, tiene una fuerte tradición comunitaria, pero la participación de todos está emergiendo, bajo el impulso del Papa Francisco, con la importancia que le da a la sinodalidad.
Los cristianos se sorprenden y se alegran cuando se les consulta sobre temas importantes de la vida de nuestra Iglesia. Ya hemos vivido un primer momento de sinodalidad en el Sínodo para la Amazonia (2019) y ahora, hasta julio, estamos viviendo la fase de escucha del nuevo Sínodo.
En nuestras actividades pastorales seguimos las directrices de la Iglesia en Brasil, que son adaptadas a las diversas realidades locales por las comisiones regionales de la Conferencia Episcopal.
Desde hace tiempo, por ejemplo, estamos trabajando en una importante reforma de la catequesis: queremos orientar toda la preparación a los sacramentos de la iniciación cristiana en términos catecumenales; será un cambio importante que debemos pensar cuidadosamente para evitar consecuencias negativas en la vida de las comunidades cristianas.
Luego estamos preparando, en una fase remota y prolongada, unas próximas misiones populares utilizando una metodología más moderna: durante casi dos años prepararemos a las personas que serán los misioneros locales de estas Misiones.
Y tampoco podemos olvidar la caridad: en la “Fazenda”, institución en la que tratamos de recuperar personas con distintos tipo de adiciones, tenemos unas 40 plazas, y también un Centro de Acogida, cerca del Hospital General, donde recibimos a las familias de los hospitalizados para que puedan estar cerca de sus pacientes.
La misión en la vida diocesana y en la Iglesia de hoy
La palabra “misión” debe estar siempre presente en todos los contextos, grupos y movimientos eclesiales. No puede haber trabajo pastoral si no es misionero de alguna manera. La pastoral de los catequistas es misionera, o debería serlo, al igual que la pastoral de los animadores de la liturgia. En nuestras comunidades tenemos muchos hombres y mujeres que llevan a cabo esta atención pastoral. Así la misión de la Iglesia alcanza su plenitud cuando se abre a la misión ad gentes, como nos enseña el carisma de nuestro Instituto. Incluso nosotros, como diócesis, no podemos ocultar o fingir que no vemos la necesidad del compromiso misionero de toda la Iglesia: nuestra iglesia del Maranhão estuvo trabajando durante varios años en el norte de Mozambique y, al terminar esta experiencia, nos comprometimos con una nueva misión en la diócesis de Xingu en Pará, donde estamos presentes con dos sacerdotes.
Visita ad Limina
Para mí era la primera visita ad Limina, de hecho se hubiera tenido que realizar en el 2020 pero a causa de la pandemia se había suspendido. Para los obispos que ya habían participado otras veces, fue en parte una sorpresa porque primó la escucha. Respondiendo a precisas instrucciones del Papa Francisco, todas las personas de los distintos dicasterios que nos acogieron se mostraron muy dispuestas a escucharnos y fueron muy equilibrados en sus intervenciones. Vi la misma calma y serenidad cuando nos recibió el Papa Francisco, un hombre de excepcional amabilidad. Nos escuchó atentamente y luego también compartió las dificultades, así como las pruebas y persecuciones que ha encontrado durante su pontificado.
Encuentro en Santarém
En estos días (6 al 9 de junio) también se realiza el IV Encuentro de la Iglesia Católica en la Amazonia para celebrar el histórico encuentro de Santarém (1972) hace 50 años, en el que los obispos se comprometieron a vivir los caminos del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín (1968) en la inmensa Región Amazónica. Yo no he podido participar personalmente, y ninguno de los obispos que estaban en la visita ad Limina en Roma pudo hacerlo, pero de cada diócesis había un representante que también nos mantuvo informados de todo lo que ocurría en Santarém.
La preocupación del primer encuentro en Santarém sigue siendo una realidad: el mundo amazónico es algo particularmente original y diferente, y como tal, a la vez que se preserva la naturaleza y las culturas que habitan este inmenso territorio, también necesitamos una mirada especial de la Iglesia. Juntos, como hemos intentado hacer en los últimos años, tenemos que pensar en cómo responder a los retos que nos plantea este mundo.
Un mensaje para los jóvenes misioneros de hoy
Debemos tener siempre el corazón atento a la misión, toda la formación debe llevarnos por los caminos de la misión. Todavía hay muchos lugares que están “lejos”, no sólo en el sentido geográfico. Debemos dirigir nuestro compromiso misionero a estos lugares, en Brasil, aunque tengamos una Iglesia local bien establecida, y más aún en todo el mundo. Estos lugares deben ser nuestros que, por naturaleza, somos misioneros.
Un Instituto Misionero como el de los Misioneros de la Consolata debe dejar a la Iglesia local lo que ya ha dado fruto, y lanzarse con cierta audacia, para ir a los lugares donde se necesita la buena noticia de la consolación. Debemos estar donde la presencia de pastores y misioneros del Evangelio puede significar alivio y más vida para las comunidades humanas que necesitan superar pobreza, exclusión, falta de libertad, sufrimiento…
* Secretaría General de Comunicación IMC en Roma.