«La característica principal de la misión en Asia es la relación con las personas. Desde el principio nos dimos cuenta de que esto era fundamental. Nuestra misión es el encuentro con la gente», explica el padre Diego Cazzolato, misionero de la Consolata que trabaja en Corea del Sur desde hace 36 años.
Por Jaime C. Patias *
En nuestra presencia en Asia, «las personas que encontramos pueden ser cristianas, no cristianas, creyentes de otras religiones, por ejemplo, budistas o creyentes del budismo won, así como de otras religiones originarias de Corea. Lo fundamental no son las obras o lo que hacemos, sino sobre todo el hecho de estar con la gente y, por tanto, hablar con la gente, compartir con ellos y dejar que ellos compartan con nosotros», subrayó el padre Diego.
En esta entrevista concedida a la Secretaría General para la Comunicación en Roma, el misionero italiano originario de Biadene -Treviso- habla de su experiencia en el Centro para el Diálogo Interreligioso de Daejeon y de la evangelización unida a la promoción humana que lleva a cabo el grupo de 21 misioneros de la Consolata en las siete comunidades de Corea del Sur, Mongolia y Taiwán.
«Intentamos llegar a la gente, especialmente a los que no son cristianos. Por supuesto, no siempre hablamos de Jesucristo, pero compartimos la vida, los problemas, escuchamos opiniones, damos las nuestras, en síntesis, intentamos hacernos amigos. Esto es lo más importante que yo diría de la misión en Corea», dice el padre Diego.
El trabajo en Corea del Sur
Los misioneros de la Consolata en Corea son ocho y viven en tres comunidades: Tong-du-cheon-si, Daejeon y Yeokgok-dong. El padre Diego subraya que cada comunidad se dedica a una dimensión específica del proyecto misionero:
«Por ejemplo, la comunidad de Tong-du-cheon-si, en el norte, se dedica esencialmente a la pastoral de los emigrantes; algunos de ellos ya están bien integrados en la vida del país, otros siguen siendo considerados ‘ilegales’, es decir, sin permiso de residencia. Nuestros misioneros los acogen a todos. Han organizado una comunidad cristiana con personas de varios países en los que se hablan diversas lenguas: hay gente de Nigeria, Filipinas, India, de otras naciones del sudeste asiático, Vietnam, Camboya, algunos de Mongolia… Llevan a cabo esta labor mediante reuniones diarias, escuchando sus problemas y prestando asistencia espiritual y pastoral.
La segunda comunidad está en Daejeon, a 150 km de la capital, Seúl, y ha asumido la dimensión del diálogo interreligioso. Con nuestra llegada, hace 12 años, pudimos animar a la propia diócesis en este campo, creando la Comisión Diocesana para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso. El presidente es un sacerdote diocesano, nosotros junto con los laicos que hemos formado en este campo, participamos en la Comisión y en actividades promovidas por organizaciones nacionales. Está también la Conferencia Coreana de Religiones por la Paz, entre otras. Tenemos una serie de iniciativas que estamos llevando adelante.
La tercera comunidad es la central, porque es la sede del grupo IMC en Corea, está situada en Yeokgok-dong, una ciudad satélite de Seúl. La tarea de esta comunidad es la Animación Misionera y Vocacional (AMV). Por ello, cuenta con un grupo de amigos, que sienten más profundamente nuestro carisma y tienen un programa de formación para la misión. De este grupo salió la primera pareja de Laicos Misioneros de la Consolata (Thomas y Rosa) que ya hicieron tres años de misión en Tanzania. También nos relacionamos con los medios de comunicación, periódicos y eventos. Con esto, poco a poco, se va formando personas para la misión ad-gentes», explica el padre Diego en la entrevista, también ofrece una visión general de la misión IMC en Mongolia y Taiwán (vea el vídeo en italiano).
La presencia del IMC en Asia
La apertura del Instituto Misiones Consolata al Asia fue «profetizada» por el Fundador, San José Allamano: «No os veré, pero tal vez vayáis a Japón, China, Tíbet…». La realización de este sueño fue prevista en el VII Capítulo General (1981) y aprobada en el VIII Capítulo el 12 de junio de 1987.
Los cuatro primeros misioneros (Diego Cazzolato, Paco López, Luiz Carlos Emer y Álvaro Yepes) partieron para Corea del Sur el 18 de enero de 1988 y fueron acogidos en la diócesis de Incheon por el obispo William J. McNaughton.
En 2003, en comunión con las Misioneras de la Consolata (MC), la presencia en Asia se enriqueció con la apertura en Mongolia, donde el Instituto está presente con su labor en el campo del primer anuncio y de la formación de la Iglesia local. El reconocimiento de la misión realizada en ese país llegó con el nombramiento de Mons. Giorgio Marengo, IMC, como obispo, Prefecto Apostólico de Ulán Bator en 2021 y luego nominado cardenal por el Papa Francisco en 2022.
Siguiendo las indicaciones dadas por el XII Capítulo General en 2011 (cf. Actas XII CG, 47), el Instituto abrió una nueva presencia en la diócesis de Hsinchu, en la isla de Taiwán, el 20 de septiembre de 2014.
El 21 de marzo de 2016, los Misioneros de la Consolata que trabajan en los tres países asiáticos se unieron en la nueva Región IMC Asia, con sede oficial en Incheon (Corea del Sur). El actual Superior es el padre Clement Gachoka.
Evaluación de la misión del Instituto en Asia.
Según el padre Diego Cazzolato «los que llevamos 30 años en Asia sentimos que el Instituto aún no está orientado de forma decidida y profunda hacia esta misión donde, como sabemos, vive la mayoría de los no cristianos del mundo. Las razones aducidas son las dificultades con las lenguas. Es cierto que los idiomas son difíciles, pero, por nuestra experiencia, hemos visto que es posible aprenderlos, con un poco de paciencia, un poco de tiempo, humildad y esfuerzo.
Una vez aprendido suficientemente el idioma en las tres naciones donde estamos presentes, descubres que por detrás de eso está toda la riqueza de las culturas, la sabiduría y riqueza del Oriente; comprendes que la gente tiene un corazón como el nuestro y que responden a la oferta de cariño y amistad con gran entusiasmo, tampoco te tratan como a un extranjero, aunche el hecho de ser extranjero es esencial para la misión ad-gentes y siempre permanecemos siéndolo. Sin embargo, una vez que te adentras en estas culturas, puedes sentir que estás haciendo algo realmente importante por las personas con las que te relacionas.
Las lenguas son importantes, pero yo diría que hay que tener siempre el corazón abierto hacia la gente. Una vez que tenemos esta actitud, el deseo de encontrarnos con ellos, de conocerlos, de escucharlos, de estar con ellos, la misión en Asia se vuelve realmente hermosa, eficaz y entusiasmante. Es la misma misión de Jesucristo, así que no hay que tener miedo de quién sabe qué. La misión en Asia es hermosa. La misión en sí ya es hermosa y en Asia lo es aún más. Venid en cantidad», concluyó el misionero.
* Padre Jaime C. Patias, IMC, Oficina de Comunicación, Roma.