41 años de servicio: La huella de los Misioneros de la Consolata en Toribío

Parroquia San Juan Bautista en Toribío, Colombia. Foto: Archivo IMC.

En enero de 2025, tras 41 años de servicio, los misioneros cerraron su misión en la región, celebrando con gratitud y emotividad un legado de fe, resistencia y compromiso que seguirá vivo en el corazón de Toribío.

Por Santiago Quiñónez *

Durante más de cuatro décadas, los Misioneros de la Consolata han caminado junto a las comunidades de Toribío, Cauca, un territorio marcado por una rica herencia cultural indígena, pero también por profundos desafíos sociales y políticos. Su presencia en esta región del norte del Cauca no solo ha sido un acto de fe, sino también un testimonio de resistencia, solidaridad y compromiso con el Pueblo indígena Nasa en Toribio, San Francisco, Tacueyó, Jambaló, Caldono, Pueblo Nuevo, etc.

Celebración Parroquia San-JuanBautista.

En enero de 2025, los sacerdotes misioneros cerraron oficialmente su misión en Toribío, culminando 41 años de servicio y acompañamiento. Este hito coincidió con la conmemoración de los 124 años de fundación del IMC, un momento histórico que fue celebrado con gratitud y reflexión.

En el siguiente video, el Padre Venanzio Mwangi, Superior Regional, compartió un mensaje lleno de emotividad: “Querida familia, desde esta iglesia, Parroquia San Juan Bautista, Toribío, nos encontramos reunidos en consejo durante toda esta semana. Pero en el marco también del cierre de nuestra presencia en medio de estas comunidades, llegando a este punto donde hoy podamos decir, tal como nos enseñó nuestro Señor Jesucristo y San José Allamano: Hicimos lo que teníamos que hacer”. Este mensaje, que invitaba a “volver al amor primero” y a “abrazar lo nuevo que viene”, resonó profundamente en la comunidad.

Celebraciones de Despedida: Gratitud y Esperanza

El sábado por la noche, la comunidad se reunió para celebrar una solemne Eucaristía en honor al cumpleaños del Padre John Wafula Wamalwa, el último párroco de los Misioneros de la Consolata en Toribío. La celebración fue un momento de alegría y agradecimiento, en el que los feligreses expresaron su cariño al Padre John con presentes y palabras emotivas: “Todos lo llevaremos, junto con los demás misioneros, en nuestro corazón”, fueron algunas de las frases que resonaron en un ambiente lleno de afecto y reconocimiento.

Al día siguiente, el domingo 26 de enero, se llevó a cabo la Eucaristía de acción de gracias por los 41 años de presencia de los Misioneros de la Consolata en Toribío. La ceremonia congregó a una gran multitud de fieles, líderes comunitarios y representantes de organizaciones locales, quienes expresaron su gratitud por la labor pastoral y social de los misioneros. La Eucaristía fue presidida por el Padre Venanzio Mwangi, Superior Regional y concelebrada por el Consejo Regional y el Padre John. La celebración estuvo llena de detalles interculturales, incluyendo música, danzas y símbolos propios de la cultura Nasa, que reflejaron la inculturación de la fe en la región.

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Recibimiento de la placa conmemorativa.

La Arquidiócesis de Popayán, el Proyecto Nasa y otras organizaciones locales expresaron su gratitud a los misioneros por su labor en la región. Se entregaron placas conmemorativas, una de las cuales quedará grabada en la entrada del templo parroquial, mientras que otra será conservada en los archivos de la congregación. También se obsequiaron productos típicos de la región, como mochilas, chumbes, sombreros y alimentos, como símbolo de agradecimiento y conexión con la tierra.

Los discursos recordaron la historia compartida entre los misioneros y la comunidad, evocando tanto momentos de alegría como de dolor. Se habló de las luchas por la justicia social, la defensa del territorio y la promoción de la paz en medio del conflicto armado. También se recordó a figuras emblemáticas como el Padre Ezio Roattino, el Padre Antonio Bonanomi y, especialmente, el Padre Álvaro Ulcué Chocué, el primer sacerdote indígena Nasa, cuyo legado sigue vivo en la región.

El Legado del Padre Álvaro Ulcué Chocué

El Padre Álvaro Ulcué Chocué (1943-1984) fue una figura trascendental no solo para Toribío, sino para toda Colombia. Nacido en el resguardo de Pueblo Nuevo, en Caldono, Cauca, fue el primer sacerdote indígena de la etnia Nasa. Desde joven, mostró un profundo compromiso con su cultura y su fe, integrando la espiritualidad católica con la cosmovisión indígena.

Ordenado sacerdote en 1973, el Padre Álvaro dedicó su vida a la defensa de los derechos de los pueblos indígenas. Promovió una evangelización contextualizada que respetaba las tradiciones Nasa y luchó incansablemente por la recuperación de tierras ancestrales, amenazadas por terratenientes y actores del conflicto armado. Además, fue un ferviente defensor de la educación y el fortalecimiento del liderazgo indígena, creando espacios de formación y empoderamiento para su comunidad.

P. Padre Álvaro Ulcué Chocué junto a la comunidad. Foto: Archivo IMC.

Su vida fue un testimonio de valentía y resistencia frente a las injusticias sociales. El 10 de noviembre de 1984, fue asesinado en Santander de Quilichao por sicarios, en un crimen que nunca fue plenamente esclarecido. Su martirio lo convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos humanos y los derechos territoriales de los pueblos indígenas.

Un Camino de Evangelización y Compromiso Social

Desde su llegada en 1984, los Misioneros de la Consolata se integraron a la vida del Pueblo Nasa, aprendiendo de ellos y compartiendo, en nombre de la Iglesia Católica, el Evangelio de Jesucristo en su dimensión espiritual y social, con actitud de diálogo y solidaridad.

Destacan algunos misioneros de la Consolata a lo largo de estos más de cuarenta años: el Padre Armando Olaya por haber sido el primer párroco de Toribio, inmediatamente después del asesinato del Padre Alvaro; los sacerdotes Antonio Bonanomi, Reinaldo Cogliati y Ezio Roattino, pilares del “equipo misionero” que, junto con las autoridades indígenas, el pueblo y otros misioneros, laicos y consagrados, que fueron llegando, continuaron implementando y fortaleciendo el Plan de vida o Proyecto Nasa, trazado por el Padre Alvaro y las Hermanas Misioneras Lauritas.

El cierre de la presencia de los misioneros en Toribío marcó el fin de una etapa histórica, pero no el final de la misión. La semilla sembrada durante más de cuatro décadas sigue dando frutos en líderes comunitarios, familias fortalecidas en su fe y una Iglesia local comprometida con la justicia y la paz. “Gracias por caminar con nosotros, por ser parte de nuestra historia”, fueron algunas de las palabras que resonaron en la ceremonia.

Hoy, al mirar atrás, damos gracias por los rostros de aquellos que caminaron junto al pueblo toribiano, por su entrega y por los innumerables testimonios de vida que dejaron como legado. Que el espíritu misionero siga iluminando los corazones y que la Consolata continúe guiando a su pueblo en la esperanza y el compromiso con la justicia y la paz.

* Santiago Quiñónez es periodista del IMC en la región Colombia.

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